300 es una representación (otra más) de la épica de la guerra, hace uso de los motivos habituales en esta temática utilizando la batalla de las Termópilas como base a partir de la cual desarrollar el espectáculo con ritmo encomiable y con una absorbe

★★★☆☆ Buena

300

Frente a un producto como el que nos ocupa en estos días, lo primero es definir el ámbito y el espíritu que da vida al filme dirigido por Zack Snyder. Por la combinatoria de elementos y tonalidades, resulta en un pastiche que rompe con la textura propia del folletín histórico y de la fantasía épica, sintetiza ambas para encontrar su razón de ser en un espectáculo apabullante que se justifica a sí mismo a pesar de sus defectos.

300 es una representación (otra más) de la épica de la guerra, hace uso de los motivos habituales en esta temática utilizando la batalla de las Termópilas como base a partir de la cual desarrollar el espectáculo con ritmo encomiable y con una absorbente puesta en escena. Si atendemos a la historia, podemos considerarla como un relato histórico en clave Pulp (y el sesgo que ello supone desde el punto de vista de la historiografía), banalización de un género y un estilo con el objeto de crear un universo afín a la obra en la que se inspira ( el cómic de Frank Miller ), manteniendo la fidelidad al original y, a la vez, la fuerza narrativa en su transposición al cine.

Respecto a sus posibles valores artísticos, predomina la forma sobre el fondo, el uso de la fotografía y la composición de elementos mitológicos e históricos que alientan en un paisaje más cercano a la épica de Wagner que a la de Homero, sin duda estamos ante un filme visual por encima de cualquier otro atributo, salpicado con esporádicos cuadros oníricos u otros en los que la batalla adquiere intensidad y grandilocuencia bíblicas. A pesar, consecuentemente, de su desequilibrio entre forma y fondo, de un conjunto irregular que va desde la eficacia en momentos sublimes hasta el manierismo y los tópicos más vulgares, no se puede negar que existe una cierta coherencia entre la tonalidad y desarrollo del relato y la configuración expresiva en el uso de la fotografía y demás recursos plásticos.

La voz en off, que a menudo contribuye de forma notable a reforzar el significado dramático de la escena, termina por reducir la narración a una exposición monotemática y reiterativa. Llega un momento en el que se produce la redundancia por el uso conjunto de representación visual y palabra, problema muy frecuente en películas que hacen uso del narrador ausente de la escena.

Los personajes se reducen a un gesto tosco y a unas pocas imágenes de efusión violenta, pero atendiendo a la naturaleza del relato y a la preponderancia de la estética sobre los contenidos, ésta es una película de perfiles y de arquetipos y, por tanto, no es menester exigirle mucho más, si bien es cierto que con personajes complejos ganaría en profundidad y dinamismo narrativo en concordancia con toda la gama de reflexiones e ínfulas socioculturales que se pueden extraer de un drama bélico.

La historia se convierte en una elegía por los héroes caídos gracias a los cuales una civilización persevera en sus propios mitos y en la fe por la espada y por la patria, y por el amor a la familia.

La realización es la verdadera constructora del espíritu original de la obra, con profusión de trucos visuales muy próximos al artificio desarrollado por los hermanos Wachowski en Matrix, la cual, en perfecta concordancia con los distintos registros utilizados en la narración – violencia testosterónica, hemoglobina a raudales, sexo, música electrónica alternando con la épica wagneriana, mundo freak y onírico- configura la idea coherente que le otorga una singularidad propia a este producto banal, sin duda, pero eso no excluye el hecho de que posee un espíritu propio y de legítima expresión cinematográfica. En suma, la operística pop es coherente y brillante, cumple la secuencia “idea-ejecución de la idea” con bastante precisión y sin pretensiones de ir más allá de sí misma. Idea superflua y manierista en muchos aspectos, por ello concluimos que sus defectos son inherentes a las características del producto, pero al menos ha exprimido todas sus posibilidades con honestidad.
publicado por José A. Peig el 26 septiembre, 2007

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