Avatar
Me parece bastante acertado que la primera crítica del último año de la primera década del siglo XXI sea la que, según la profecía del todopoderoso vidente James Cameron, iba a cambiar nuestra concepción del cine para siempre (si no has tenido que leer esta primera frase más de una vez, probablemente tengas un coeficiente intelectual por encima de la media… o eso o yo algo por debajo, porque yo sí he tenido q releerlo un par de veces). Este hecho sólo se produce una vez cada tropecientos años, cuando los planetas se alinean y un nuevo iluminado cambia el arte para siempre, como la primera película sonora, como la primera película en color, como la primera película en la que se mezclaba imagen real y animación, o la primera película en la que Elsa Pataky salió con nueva nariz.
Pero esta vez Cameron no acertó con su bola de cristal y no ha cambiado nada. Nos deja una película entretenida, un pelín larga y llena de imágenes poderosas, con personajes sacados de su imaginación (o de los guionistas que contratara mientras él jugaba con sus maquinitas), tremendamente reales y, quizá, un nuevo paso tecnológico en los efectos especiales, pero eso es todo. Incluso si logramos abstraernos de un guión plagado de ideas manidas y remiendos sacados de otras películas e historias y nos concentramos en disfrutar de todos los colorines, paseando por el mundo de Pandora con los ojos bien abiertos, tan sólo es puro entretenimiento palomitero. A mi modo de ver, no mejor que el que nos puede ofrecer Emmerich en “2012”. Lo cual no es moco de pavo (no lo digo por Emmerich, sino por la capacidad de entretener y asombrar) pero, desde luego, no es ninguna revolución cinematográfica.
La película nos cuenta la historia de Jake Sully, un ex marine usamericano (de donde si no) impedido de cintura para abajo, que tiene una oportunidad para seguir sintiéndose útil ocupando el lugar de su hermano gemelo fallecido. Ya que comparten genética, Jake podrá hacerse cargo de un “avatar” en el planeta de Pandora, es decir, que a través de una máquina “portaconciencias” (palabro inventado por mí), pasará su vitalidad al cuerpo de un aborigen de dicho planeta (los Na’vi), para tratar de convencerles de que deben dejar sus tierras para que el hombre blanco, perdón, usamericano, pueda extraer un mineral valiosísimo (o en su defecto espiarles para poder darles la patada en su azulado trasero lo antes posible). Pero una vez allí, la princesa de la tribu le pondrá ojitos y su lealtad se llenará de dudas (por no hablar de que saltar, correr y cabalgar pterodáctilos gigantes mola mucho más que ir en silla de ruedas).
Este argumento podría haber salido de una peli de Disney (como “Pocahontas”), o podría verse como reivindicación de un pueblo puteado (“Bailando con lobos”), o podría ser un capítulo de “Los pitufos” o “He-man”, pero ha sido el elegido por Cameron para dar rienda suelta a su pasión por la tecnología. Una apuesta del estilo de “no me rayes con el guión que lo que quiero es crear un universo totalmente nuevo, que he pasado tardes geniales jugando al “Spore” (http://es.wikipedia.org/wiki/Spore) y eso puesto en 3D, con pantalla grande y con la ayuda de los que hicieron a Gollum tiene que ser la pera”.
Así que eso es justo lo que tenemos, una historia más fácil que un puzzle de dos piezas, con personajes simplones, moraleja medioambiental, a los genios de Weta Digital creando un nuevo mundo luminoso, fosforito y remolón, batallas épicas, heroes de moral intachable, villanos sin escrúpulos, historias de amor inmortales y unos giros de guión más previsibles que los argumentos de Belén Esteban. En definitiva, todo aquello con lo que un chaval de 12 años disfrutaba en los 80, sin hacerse preguntas, tan sólo imaginando que era uno más de los nobles guerreros.
Por eso, me pregunto… ¿conseguirán disfrutar los chavales de hoy en día de “Avatar” como yo disfrutaba de “Lady Halcón”, “El señor de las bestias” o (palabras mayores) “La guerra de las galaxias”, o a ésta le falta o le sobra algo que las otras tenían, o no tenían? ¿Quizás se toma demasiado en serio a sí misma? ¿O mi impresión es equivocada y Cameron ha tratado de realizar una fábula inocentona, un cuento para niños, una montaña rusa, una atracción de feria para degustar con el algodón de azúcar? ¿O quizá solventa los problemas que le van surgiendo al protagonista de la manera más simple posible? ¿Nos inventamos un árbol mágico, que nunca hace caso a la raza primigenia pero de repente le salva el trasero a una fotocopia de Na’vi? Pues dale.
La verdad es que dudo mucho de la hipótesis del cuento para niños, pensando en el concepto que James Cameron tiene de si mismo, que no se da un morreo porque no se llega. Aunque, cómo no tenerlo, si va camino de batir todos los records taquilleros habidos y por haber, intentando superar a… “Titanic”, su última película. Supongo que el glotón ego del director estará creciendo a una velocidad endiablada devorando estos datos.