Mulholland drive
Me daba un poco de miedito ver “Mulholland Drive”. En parte porque David Lynch es un tipo cuya forma de hacer cine es tan atractiva como opaca. Un director que es capaz de maravillarte con escenas oníricas e hipnóticas y dejarte, al acabar el film, más perdido que Espe en una manifestación contra la corrupción. Un director que me dejó maravillado con la serie “Twin Peaks” y los peliculones “El hombre elefante” y “Una historia verdadera” pero me aburrió con “Carretera perdida”, a pesar de que me parece que tiene un arranque cojonudo para una película.
De todas formas, es un tipo con el que merece la pena arriesgarse. Lo meto en el saco en el que he incluido a directores como Terry Gilliam, Michelle Gondry o Spike Jonze. Artistas tan personales, con un mundo interior y cinematográfico tan rico y extraordinario que casi nunca dejan indiferentes. Para bien o para mal (son creativos pero no infalibles), plantarán ante tus ojos algo diferente y vale la pena aprovecharlo, porque lo diferente no inunda, precisamente, las salas comerciales de cine.
Así que, después de evitar la película desde su estreno en 2001 (que ya son años evitando), por fin decidí sumergirme en los oscuros y tortuosos sueños del señor Lynch y el resultado fue mucho más satisfactorio del que esperaba. Evidentemente, no la entendí del todo y me quedé con muchas preguntas en la cabeza pero, por lo menos, pude elaborar mis teorías al respecto (que seguramente estarán totalmente desencaminadas, pero peor es quedarse sólo con la cara de interrogación) y tuve la oportunidad de dejarme atrapar por la Lynchiana atmósfera, asistí al despegue de una actriz con un grandioso talento que rivaliza con su belleza, la enorme Naomi Watts y me envolví en la siempre inquietante música del compositor habitual del director, Angelo Badalamenti (responsable de esas cuerdas que resuenan en nuestra cabeza cuando pensamos en el inicio de cada capítulo de “Twin Peaks”).
Todo empieza (o no… quizá hay algo antes) con una chica en el interior de un coche, en una noche cerrada. El coche se detiene a un lado en la carretera y la chica mira extrañada a los sujetos que se encuentran en el asiento de delante. De repente, uno de los tipos saca una pistola. Está claro que la vida de la muchacha está a punto de llegar a su fin, pero entonces, se produce un accidente y tan sólo la chica sale ilesa, desorientada y, como veremos más tarde, amnésica.
La chica se dirige a una casa y se cuela dentro en el momento en que los dueños parecen salir hacia un largo viaje, siendo encontrada posteriormente por la sobrina de la dueña, que en un principio cree que la amnésica está allí de invitada, como ella, pero luego descubre que no. Aún así, decide ayudarla a desentrañar el misterio de quién es y que diantres pinta allí.
La película comienza con una introducción más bien inocente y sencilla que va evolucionando en encriptación y oscuridad a medida que avanza el metraje, incrementando el ritmo, introduciéndonos en una espiral en la que nuestro cerebro cada vez tiene que trabajar más rápido, sobrecargado de información, hasta que estalla en un último montaje loco y acelerado, dejándonos con cara de pasmo.
Quizá esta caída sin frenos hacia la locura se pueda explicar en parte pensando que “Mulholland Drive” fue concebida en un primer momento por Lynch como una serie de televisión, en la que todo se tenía que desarrollar, trama y personajes, en mucho más tiempo. Podría haber sido un nuevo “Twin Peaks”, pero los productores no vieron con buenos ojos la empanada mental de Lynch y suspendieron el proyecto. Pero cuando todo parecía perdido, el azar intervino en forma de tipo listo de Canal + Francia, dándole la oportunidad (y la pasta) de rodar escenas adicionales y convertir el piloto en película.
El resultado es un absoluto disfrute, tanto durante la película, como después de ella, cuando nuestras neuronas inician la frenética actividad de encontrar sentido a la ingente cantidad de imágenes que hemos presenciado. De hecho, tras la debacle monetaria de las primeras semanas de exhibición, alguien debió presionar a Lynch para que ayudase al público en su camino hacia la luz y el director dio diez pistas que guiarían al sabio espectador en el viaje, como si de un Robert Langdom cinéfilo se tratase (que podéis encontrar en la entrada de la película en la wikipedia). Aunque suponiendo la divertida y juguetona personalidad de David Lynch, habría que ver si todas las pistas guían o alguna también despista.
En lo que todo el mundo parece estar de acuerdo (a tenor de las millones de páginas que se pueden encontrar por internet dispuestas a desentrañar el misterio) es que “Mulholland Drive” es, por un lado, una trágica e intensa historia de amor y, por otro, una crítica despiadada al sistema de producción de películas de Hollywood, con el que Lynch se ha tenido que pelear cada vez que ha intentado mostrar al mundo sus ideas.
¿Ya tenéis vuestra teoría? Animaos a dejaros caer en el universo de “Mulholland Drive” y opinad, que (de momento) es gratis.
Vaya, ahora me han entrado ganas de darle una segunda oportunidad a “Carretera perdida”.