¿Qué pasaría si, pongamos por caso, a Almodóvar o Ken Loach se les ocurriera hacer una película sobre los X-Men?

★★☆☆☆ Mediocre

Ricky

¿Qué pasaría si, pongamos por caso, a Almodóvar o Ken Loach se les ocurriera hacer una película sobre los X-Men? O más bien, coger el universo de esos mutantes y centrarse en uno. Pues, seguramente, algo muy parecido a lo que ha rodado el estrafalario y de humor personalísimo François Ozon, una especie de tragicomedia obrera mutante.

En un barrio obrero de alguna ciudad francesa, Katie trata de salir adelante en su condición de madre soltera trabajando en una aburrida fábrica con una tarea en cadena tan tediosa como enroscar tapones. Un día se cruza con Paco, un español que entra a currar en la misma fábrica, sus miradas se cruzan, charlan brevemente en un descanso y acaban la tarea con un kiki rapidito en los baños de señoras. El destino, o más bien, las escasas medidas profilácticas, desembocan en un rubio niño nueve meses después y en un nuevo habitante español y peludo (aunque esto suele ser redundante) en el hogar familiar de Katie.

Hasta aquí la parte modo "Ken Loach". En ese momento, Ozon da un giro a la historia cuando Katie descubre unos pequeños hematomas en la espalda del pequeño. ¿Maltrato? Lo más probable. Así que acusa a Paco de zurrar al angelito y el pollo ahueca el ala (¿os fijáis cuantas referencias a lo que viene a continuación?) indignado por tamaña acusación. No tardará mucho Katie en darse cuenta del error cuando a Ricky, que es como ha llamado al bebé, aconsejado por su hija, le empiecen a salir unas pequeñas alitas de pollo en la espalda (esto es lo que más llamaba la atención a la nena, que nos miraba a Carlos y a mí repitiendo “¿de pollo? ¿alas de pollo? ¿a qué coño me habéis traído?”).

Si Ozon, a partir de aquí, hubiese tomado la propuesta en serio, quizá hubiese sido interesante (y quizá también, se hubiese parecido mucho a “Tobi, el niño con alas”, película española dirigida por Antonio Mercero y de la que apenas tengo imágenes entre la neblina de mi memoria y que algún día revisaré, dándome el batacazo, supongo). Pero sale a relucir el extraño sentido del humor del francés, el cual ya sufrí en la marciana “8 Mujeres” (en la que se me dislocaron las pupilas viendo bailar a una Catherine Deneuve entrada en años y que se encuentra entre las películas veneradas por Carlos… no comment) y el argumento toma extraños derroteros absurdos. El niño medio volando sin plumas dando cabezazos contra el cristal, una actitud de los padres ininteligible, un final irreal… toda esta segunda parte me sacó de la fantasía como si fuera un corcho disparado desde una botella de cava.

Esta facilidad de François Ozon para dejarme perplejo, para cambiar el género del film a cada momento (ayudado por elipsis continuas, que aceleran el relato aumentando la sensación de cuento), me descoloca. No soy capaz de epatar con su humor, ni de creerme a sus personajes (a pesar de que Sergi López y Alexandra Lamy están correctos), ni de dejarme llevar por el surrealismo que salpica la historia. Caigo en sus redes en el comienzo de drama obrero, me dejo llevar por su propuesta de un niño diferente y mágico, pero salgo despedido cuando le da una patada al rompecabezas y las piezas forman un gurruño de ideas.

¿Quizá no he captado la metáfora? La verdad es que dudo que la haya. Me parece sólo una propuesta divertida (divertida para el sentido del humor absurdo del director). O comulgas con su estilo o no. Yo lo he intentado ya dos veces… no sé si tendré valor para hacerlo una tercera.

publicado por Heitor Pan el 10 febrero, 2010

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