La carretera
Ante todo, “La carretera” (The Road, E.E.U.U., 2010), traslación del Best Seller de Cormac McCarthy (Sin lugar para los débiles), es una cinta claustrofóbica. Una cinta de climas opresivos, de eternos grises y claroscuros, magníficamente fotografiada por el muy competente Javier Aguirresarobe, quien colabora en potenciar el efecto de los desoladores paisajes.A partir de la premisa (de la novela) de que el mundo ha sido devastado y solo quedan resabios post apocalípticos de el (principio argumental coincidente con títulos como El día después, Mad Max 2 y Testamento), el filme en realidad establece que la civilización y la modernidad son las devastadas, traduciendo a los sobrevivientes en jaurías humanas, caníbales, y devolviéndolos a un estado primitivo, solo que más violento y peligroso, porque guardan en si el resentimiento por el confort y la seguridad perdidos. En este nuevo mundo/ nuevo orden, en el que los seres vivos son meros vestigios de la derrota de la evolución tecno-intelectual, un hombre y su hijo deambulan por una carretera sin huellas ni horizontes, en un peregrinar que es lo mismo una búsqueda básica, redentora, y una huída del caos. Claro, a él, el padre, le quedan los recuerdos, los flashbacks, con su esposa muerta siempre presente. Le queda también, la necesidad de huir del mundo calcinado a brazos de ella. Pero, también está la urgencia de preservar al niño, aún cuando lo ha preparado para el otro camino, como posible última/ única opción. Para ello, conserva un revolver y dos balas, que tal vez les permita escapar definitivamente de las cenizas.En el camino, se encontrarán con seres tan deambulatorios como ellos: un viejo hombre, temeroso, que se resiste a morir; un grupo de cazadores de personas; un ladrón sin demasiada convicción en su empresa; todos ellos obligados a tener que replantearse sus existencias y accionar en consecuencia.Road movie contemplativa, simple en sus escenas, esencial en sus diálogos, “La carretera” es una película sin grandilocuencias, fría en alguna premisa, pero sobrecogedoramente humana en su determinación (la insistente forma en que el niño intenta re humanizar al padre). Sensiblemente protagonizada por un puñado de grandes actores: Viggo Mortensen (El señor de los anillos), como el padre, Robert Duvall (Asesinato al ritmo del tango) como un viejo peregrino y el jovencísimo Kodi Smit- McPhee como el hijo, animan esta epopeya, en la que los hombres que perdieron, entre tantas cosas, sus nombres, caminan transportando sus miserias en derruidos carritos de supermercado, buscándole un sentido al (¿inútil?) hecho de haber sobrevivido.
Sergio A. Villanueva