La carretera (the road)
La Carretera es una película muy simple. Un padre y un hijo caminan en un paisaje devastado en la más completa soledad. No hay zombis, ni mutantes, ni marcianos verdes o grises. De hecho, ni siquiera hay animales. Luchan cada día por sobrevivir, por avanzar un horizonte más, por volver a ver la oscuridad de un nuevo día.
La Carretera es una película de terror. Pero no hay zombis, ni mutantes, ni marcianos azules o verdes. No hay un meteorito que ponga en peligro el planeta. No hay volcanes que aparezcan en medio de las ciudades, ni tornados gigantes que lo arrasen todo a su paso, ni un tsunami que devore las costas hasta kilómetros adentro.
No hay televisión, ni internet, ni crisis económica, ni la entrega de los Oscar. En La Carretera están el padre, el hijo y otro puñado de personas que también luchan por la supervivencia en una Tierra que ya no da frutos. Vivir o morir. No hay más.
Basada en la novela del mismo nombre, escrita por Cormac McCarthy (autor también de No es País para Viejos), nos presenta un mundo postapocalíptico en la que la especie humana es el único animal sobre la Tierra. Y hasta ahí coincide con otras historias que arrancan en el mismo escenario. Donde otras películas o novelas se lanzan al exterior, a mostrar un New York arrasado, La Carretera se dirige hacia el interior. No sólo la realidad ha sufrido una revolución, ahora las personas deben aferrarse al último hálito de humanidad que les queda o convertirse en animales, con un propósito en la vida meramente biológico.
Viggo Mortensen interpreta al padre, cansado, protector, animal. Un trabajo conmovedor que parece haber sido ninguneado por los expertos de la academia (con minúsculas) de cine de EEUU. Un sorprendente Kodi Smit-McPhee, con 14 años, da vida al hijo, asustado, inconsciente, alumno y a la vez maestro. Y entre los dos hay una conexión que trasciende la pantalla y toca al espectador, estremeciéndolo o aterrorizándolo, implicándole en la historia.
El ritmo es pausado, con algunos momentos desenfrenados, con los que consigue mantenerte alerta, como si tú también estuvieras abandonado en ese mundo desierto en el que cualquier paso puede ser el último. Recuerda bastante a la indispensable serie de comics Walking Dead, de Robert Kirkman, o a El País de las Últimas Cosas, de Paul Auster.
En resumen, se trata de una película que profundiza en lo que nos hace humanos y que muestra lo cerca que estamos de perder lo poco que nos diferencia de los animales. Interpretaciones soberbias y una fotografía sobrecogedora de Javier Aguirresarobe la convierten en una de las mejores ofertas de la cartelera.