El código Da Vinci
No cabe duda de que la versión cinematográfica de la novela de Dan Brown es uno de los estrenos más esperado de los últimos tiempos. El éxito sin precedentes del libro, acrecentado sin duda por las llamadas al boicot desde los estamentos más conservadores del catolicismo, ha motivado que la expectación ante el inminente estreno del largometraje alcance cotas inimaginables. Si a todo ello sumamos que el protagonista es Tom Hanks, el resultado final es un producto cuyo valor cinematográfico empequeñece frente a la trascendencia social que alcanza. Y digo esto porque El Código da Vinci es una película que está bien ambientada, crea cierto halo de misterio alrededor de sus escenarios y personajes, y por momentos encandila al espectador, sobre todo al que no ha leído el libro. Pero en general es una película excesivamente lenta, bastante larga (casi dos horas y media) y a la que acaba costando trabajo prestarle atención.Del argumento poco que decir que no se sepa, ya que es una fiel adaptación del superventas del autor norteamericano. Grosso modo, Robert Langdom llega a París invitado por el conservador del Louvre, que aparece muerto en el propio museo rodeado de enigmáticos símbolos y en una extraña postura. A partir de ahí todo se disparata y el protagonista, acompañado por la nieta del asesinado inician una aventura que les lleva hasta donde la fantasía de Dan Brown quiso que fueran. Quisiera hacer hincapié en este punto porque parece que por momentos la gente olvida que El Código da Vinci no es un libro de historia, que es sólo una novela. En definitiva, creo que se podía haber conseguido un producto mejor, y que será un éxito enorme de taquilla en su estreno pero que el boca a boca acabará perjudicándole. Decepciona.
Lo mejor: Que hacía tiempo que una película no despertaba tanta expectación.
Lo peor: Se esperaba mucho más de ella.