El niño de barro
El hecho de que una película esté ambientada en la Argentina de principios de siglo XX, es suficiente aliciente para que a priori me resulte llamativa. Si además una de las protagonistas es Maribel Verdú, esa mujer de voluptuosas curvas y turgentes senos que marcó mi infancia, el interés aumenta.
El niño de barro narra una historia, dicen que real, de un pequeño de condición humilde de principios del siglo pasado, que comenzó a tener visiones de un asesino en serie que atemorizaba a todo un barrio.
La película recrea con detalle el ambiente de una zona decadente de una potencia por entonces en ciernes. En un barrio obrero, humilde, de trabajadores, existen varios niveles sociales, y por sus calles desfilan desde jóvenes que se inician en el pillaje hasta empresarios de cierto nivel, pasando por un cuerpo policial que se ve incapaz de resolver los asesinatos.
El filme comienza de una manera muy interesante, aunque se ve perjudicado por lagunas del guión, que progresivamente se va diluyendo y enfocando más hacia lo paranormal, desatendiendo las diferentes subtramas que se plantean en un principio y que en la mayoría de los casos se van abandonando sin darles final ni salida.
Nada que decir de las interpretaciones, correctas aunque no sobresalientes, con la excepción de un hierático Daniel Freire, que a pesar de su amplia trayectoria, parece que sigue traumatizado desde su participación en el serial que Harry Potter llamaría La serie que no puede ser nombrada, y que en España se conoció con el nombre de Ana y los siete.
Poco más que decir de una película que alcanza un aprobado justito, aunque contara con mimbres para lograr algo bastante mejor.