Eragon
Cristopher Paolini es la prueba humana del sueño americano. Un joven californiano, apasionado de Harry Potter y la Dragonlance (esto no lo sé pero lo supongo) decide ponerse a escribir un libro a la friolera de quince años. Después de revisado y remirado el panfleto, la familia resuelve que hay que apoyar en todo a su hijito para que se convierta en la versión USA y machulera de J.K Rowling, y así cambiar su apestosa caravana del extrarradio por una mansión como es debido en Beverly Hills (igual exagero, pero algo así) Los papaítos abandonan sus trabajos para llevar al niño por todo el estado, y después por todo el país, hasta que consiguen que alguien le publique, y su libro, Eragon, se convierta finalmente en todo un best-seller.A grandes rasgos ésta es su historia, otro ejemplo de triunfo en el país de las oportunidades y, como decíamos, buena prueba del sueño americano.
El argumento de los libros, que la película sigue erráticamente, no trata sino del manido viaje iniciático tolkieniano rodeado de dragones, elfos y orcos (aunque a estos últimos se los llame úrgalos) tantas veces plagiado y repetido. La fórmula del éxito que planteó el escritor británico ha sido fusilada sin complejos en infinidad de ocasiones, pero, aún con todo, la trama que plantea este barbilampiño autor me resultó muy sosa y difícil de leer, hasta el punto de abandonar el barco bien avanzada la mitad del trayecto. Os puedo asegurar que disfruto como un enano de cada entrega de Harry Potter y me divertí mucho con, por ejemplo, Leyendas de la Dragonlance, así que no pecaré de pedante cuando digo que no entiendo que le han visto tantos millones de personas a este aburridísimo y anodino manuscrito del que no creo se pueda rescatar absolutamente nada.
Debido a las superventas de Eragon y de su secuela Eldest -al parecer aún queda una tercera entrega, porque alguien debió decir que era obligatorio hacer las historias de tres en tres si se trataba de fantasía heroica ¿Sería Tolkien?- la Fox no tardó en conseguir los derechos y lanzarse a por una producción que aprovechara el rebufo de la película más laureada de la historia, El señor de los anillos. Con un reparto de actores reputados en horas bajas (por favor Jeremy, basta ya) y un odioso niño de sonrisa profident de protagonista, comenzaba el rodaje del film.
Una vez realizado, poco se puede decir de una cinta que, a pesar de los equívocos a los que pueda llevar el trailer, sigue muy de cerca la estela de Dragones & Mazmorras. Cierto es que las comparaciones son odiosas, y que cualquier producción de este tipo no puede sino ensombrecerse ante el proyecto de dimensiones épicas que filmó Peter Jackson, pero, aún así, aprovechando el éxito de medianos y orcos, bien es verdad que podrían haber surgido productos más que dignos y con puntos de vista diferentes a los que vimos en la oscarizada trilogía -algo así como lo que ocurrió en Seattle a raíz de Nirvana, en otro terreno eso sí-.
No es así en este caso; lo que tenemos es una película infantiloide carente de ningún tipo de coherencia, soporífera y (a pesar de los millones) con una pinta muy pero que muy cutre.
La mayoría de las interpretaciones dan vergüenza ajena. Si exceptuamos a un mínimamente digno Robert Carlyle, que da vida al escarizado sombra Durza, o la belleza de Sienna Guillory, el resto es para mear y no echar gota.
El niño, increíblemente limpio y siempre sonriente, puede llegar a ser más irritante que Jar-jar Binks, sobre todo cuando balbucea palabras mágicas o rimbombantes frases épicas. Eso dejando a un lado las peregrinas conversaciones mentales que mantiene con la dragona.
Jeremy Irons, intentando resarcirse de D&D, no logra sino estrellarse en una parodia de si mismo ciertamente espantosa, con un personaje que arrastra su ridiculez in crescendo hasta un malogrado final, tan insólito que no narraré aquí para no privaros de unas buenas carcajadas si decidís perder el tiempo con esta peli.
Y ya no digamos gente como Djimon Hounsou, que se pasea por escenas escandalosamente tontas y disfrazado de forma chistosa, con una cara de póquer tan perpleja como la mía.
El presupuesto de la película apenas se aprecia, ya que los CGI son del montón tirando a malos y hay una ausencia total de criaturas creadas en el taller (no se han molestado ni en poner cuernos a los úrgalos) Además la retorcida imaginación del diseño de producción nos va mostrando a lo largo de la peli buenas muestras de sicodélicos diseños pop, como la pasmosa adivina en su guarida, la enjoyada y pomposa espada de Brom, con ese pedrusco en la empuñadura propio de la versión más kitsch de Sara Montiel, o la traca final en el refugio de los vardenos, rebeldes que viven en las cuevas de Altamira y se visten como los Reyes magos de oriente. Todo un festival hortera al más puro estilo OT.
No creo que sea justo juzgar algo que yo no podría hacer mejor (ni peor) pero en este caso me veo obligado a proponer mi primer suspenso para este largometraje, tan olvidable como su referente literario. Porque al fin y al cabo eso es lo que tienen los sueños ¿no? que la mayor parte de las veces acaban olvidándose.
Lo mejor: Poco.
Lo peor: Casi todo.