J. edgar
Por más que hago memoria o me ayudo de internet, no consigo encontrar película de Clint Eastwood que pueda calificar de mala. Y no es que yo lo pretenda, ni desee, todo lo contrario, con 81 años de edad, lo que el director, actor, productor y realizador me provoca, es una tremenda sensación de respeto y admiración. Tras toda una vida delante y detrás de la cámara cuenta con la experiencia y sabiduría que dan los años, conociendo a la industria como solo lo hacen los grandes clásicos, envejeciendo con elegancia, manteniendo un nivel fílmico al que muy pocos están destinados, habiéndose consagrado como director intachable al final de su incuestionable carrera.
Tras alabar como se merece al señor Eastwood y haberme lavado la boca con jabón, toca hablar de J. Edgar. Su último trabajo, una arriesgada jugada donde se nos cuenta la vida y obra del polémico fundador del FBI. Un tipo con carácter, no exento de polémica e interpretado por Leonardo DiCaprio en estado de gracia. Es cierto que el actor lleva tiempo madurando a la hora de elegir papeles protagonistas, dejando bien claro que seguirá apostando por personajes difíciles y no parará hasta conseguir el Oscar que tanto le obsesiona. Quizás esta vez lo consiga, pero viendo los recientes resultados en los Globos de Oro y demás festivales… apostaría a que una vez más lo rozará con la yema de los dedos para volver desconsolado a los brazos de Scorsese al que reclamará de rodillas el papel protagonista en la rumoreada Frank Sinatra. A pesar del futuro incierto, pero probable, Leo, soporta con destreza dos horas y diez minutos de protagonismo absoluto, donde todo el peso de la película cae sobre sus hombros, dejando de lado a unos secundarios como Naomi Watts, que pasaba por allí, con o si maquillaje, viejuna como nunca, interpretando a la eclipsada secretaría de turno. Mucho mejor Judi Dench como madre autoritaria y controladora, dejando entrever que bastante tuvo que ver en la forma de ser de su hijo, al que manipulaba a su antojo. El tercero en discordia es un Josh Lucas al que pocas veces se le había presentado semejante papel, saliendo airoso de la experiencia.
Sin contar el que puede ser el factor sorpresa, J. Edgar, como todas las películas de Eastwood cuenta con una admirable factura pulida al detalle, pero a pesar de que las comparaciones son odiosas, también son inevitables, quedándose corta, no llegando al nivel de anteriores obras maestras. ¿Por qué? El principal problema para el público no estadounidense será la historia por y para americanos, a la que podríamos adaptarnos con mayor facilidad si no fuera por un guion que combina con sobriedad los temas escabrosos pero se dilata en exceso perdiendo la noción del tiempo, provocando altibajos en el interés del espectador con saltos temporales justificables, pero tanto juicio, presidentes, barras y estrellas, acaban por cansar. A pesar de tener equipo, no consigue ganar la Champions, pero siempre gusta ganar la Liga.
Centrándose en la parte sentimental, familiar y laboral, los trapos realmente sucios del FBI y de Hoover se tratan quizás con extremada sutileza, dejando de lado la parte morbosa, que se agradece, pero saltándose a la torera algunos aspectos de corrupción que podrían haber dado un mayor juego a la interesante película biográfica. A pesar de los pesares, siempre se agradece el visionado de cualquier película del “Tito Clint” aspectos básicos como la producción, la banda sonora, maquillaje, vestuario, fotografía y demás apartados técnicos están y estarán siempre atendidos a las mil maravillas en cualquier obra que lleve su sello. Ojalá le sigan quedando muchas más balas en la recamará, y es que mejor que hable bien el que sabe, y el que no, échese la llave.