Gran Torino es un mérito inolvidable, la obra más personal de Eastwood (¿quién habló de obra menor?), una rendición ante su propio cine, su propia visión del mundo. El mejor castigo artístico que se le podía imponer a la América de Bush.

★★★★★ Excelente

Gran Torino

Gran Torino supone mucho en la carrera del veterano Clint Eastwood: en primer lugar, una despedida como actor con un personaje que bien podría contener una mezcla de sus antiguos roles; también, una recopilación de muchos de los temas que más le han fascinado a lo largo de los últimos años (muerte, pérdida, los Estados Unidos, religión, relaciones humanas…); y, por último, una revisión a toda la obra del cineasta a través de simbólicas e increíbles imágenes. Una nostálgica retrospección con mirada hacia el futuro. Si Million Dollar Baby hablaba, entre muchas otras cosas, de la pérdida de un ser querido, Gran Torino, posiblemente el film más asociable con el mencionado (especialmente por su corte trágico e intimista) nos lleva hacia una pérdida no tan física: la de los valores. Y es que Walt Kowalki, el anciano protagonista veterano de la guerra de Corea, tras observar desde su porche la degradación del barrio en que vive (ahora habitado por inmigrantes), siente una enorme dolor en su interior, un desprecio por los nuevos moradores y siente una pérdida de, según él, los antiguos valores americanos. Sólo su preciado coche de colección, el Gran Torino, le supondrá una vía de evasión, un refugio ante el mundo en que vive. El cambio moral que experimentará este personaje conservador y violento hacia la comprensión resulta ser el eje del film, y su “culpable” no es otro que Thao, un adolescente oriental que le hará mirar hacia el futuro y, a su vez, actuar como en el pasado. Y ahí es donde más se nota el nexo con la anterior película mencionada, en la relación entre dos seres humanos hundidos por la soledad que no se adaptan al presente. 

Clint Eastwood ha vuelto en plena forma con un film fascinante, inspirado y necesario. Si no tiene un guión tan perfectamente calculado como el de Million Dollar Baby, ni una factura técnica tan impecable como la de El intercambio, es porque no lo necesita (uno de sus logros es tratar temas tan complejos y diversos como los anteriormente mencionados de una manera tan absolutamente sobria). Gran Torino es un mérito inolvidable, la obra más personal de Eastwood (¿quién habló de obra menor?), una rendición ante su propio cine, su propia visión del mundo. El mejor castigo artístico que se le podía imponer a la América de Bush.

publicado por Ramón Balcells el 11 marzo, 2009

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