La reflexión que se desprende de este relato es suficientemente profunda: Bollaín retrata con loable solidez temas difíciles como el valor de la educación en (cualquier) sociedad, los límites del altruismo y el rol de las mujeres en la India.

★★★☆☆ Buena

Katmandú. un espejo en el cielo

Nadie negará a Iciar Bollaín su interés en el carácter social y reflexivo de sus películas. Tampoco su atrevimiento a expandir las fronteras del cine patrio, demasiado estancado en el territorio y en las temáticas. Ni incluso su sugerente y característica puesta en escena, centrada más en los rostros de sus personajes que en las situaciones. Si bien con También la lluvia consiguió abarcar todo esto en una admirable y lograda propuesta, no ha pasado exactamente lo mismo con su último trabajo, Katmandú. Un espejo en el cielo. Lo que no quiere decir que estemos ante una película fallida.

Cabe decir que el planteamiento es insólito y atractivo: la historia real de una maestra catalana que en los noventa se marchó al Nepal a intentar cambiar el desolador panorama educativo y, de paso, a conocerse a sí misma. La reflexión que se desprende de este relato es suficientemente profunda como para que el film no sea, ni de lejos, superficial: Bollaín, además de documentar la situación de extrema pobreza del país, retrata con loable solidez temas difíciles como el valor de la educación en (cualquier) sociedad, los límites del altruismo y el rol de las mujeres en la India.

Pero hay un pequeño problema: pese al potencial emotivo que proporciona la historia, el espectador puede que no llegue a aproximarse tanto a esta aventura intimista como sí se lograba en el anterior trabajo de la directora. Seguramente se deba a un ritmo excesivamente lento, o a un montaje en ocasiones demasiado mecánico que no da pie a la sorpresa. Y es que pequeños detalles como estos hacen que la película, lejos de ser infortunada, no pueda meterse de lleno en la piel del público.

Sin embargo, Verónica Echegui en el papel de Laia consigue cargar la mayor parte del peso del film con una fuerza, solvencia y humanidad asombrosas. Ella es quien lleva las riendas emocionales de Katmandú, quién transmite ese cambio interior que Victoria Subirana (el personaje en el que se inspira) vivió en su momento. Probablemente, y pese a sus altibajos e imperfecciones, eeste viaje interior sea la mayor potencia de un film, ante todo, valiente. 

Lo mejor: Verónica Echegui y el carácter reflexivo del film.
Lo peor: El potencial emotivo del film no llega a transmitirse del todo.
publicado por Ramón Balcells el 2 febrero, 2012

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