El film no está a la altura. El guión de Milos Forman y Jean-Claude Carrière es bastante flojo e insulso, rayando desgraciadamente en la vulgaridad.
El año 2006 será recordado en el cine español, por encima de cualquier otra cosa, como el año de las grandes producciones históricas. En la gran pantalla han sido retratados el siglo XV, el XVI, el XVII, el XVIII y el XIX, el auge y decadencia del mayor imperio de la Historia, y el ocaso final de otro de los grandes imperios que ha visto la humanidad. Volviendo al terreno cinematográfico, durante este año también se ha demostrado que el cine español puede seducir a un director como Milos Forman (uno de los pocos cineastas vivo con dos Oscar a la Mejor Dirección) y a una estrella de nivel mundial como Natalie Portman.
Los Fantasmas de Goya nos sumerje en unos tiempos convulsos y turbulentos, mientras que en Europa las nuevas ideas y pensamientos se abrían paso a cualquier precio y al amparo de las armas, en España imperaba el Antiguo Régimen y la Inquisición aún mantenía las viejas ideologías, atemorizando al pueblo. Inés (Natalie Portman) es hija de un acaudalado mercader, que posa como modelo para Francisco de Goya (Stellan Skarsagard). Debido al fanatismo de la Inquisición, Inés es arrestada y acusada falsamente de herejía. El hermano Lorenzo (Javier Bardem), miembro de la Inquisicón, al que Goya pinta, intenta interceder en favor de Inés, enamorándose de ella. Con tantas expectativas como ha generado Los Fantasmas de Goya, cumplirlas todas sería un esfuerzo realmente titánico, y en honor a la verdad, hay que decir que el film no está a la altura. El guión de Milos Forman y Jean-Claude Carrière es bastante flojo e insulso, rayando desgraciadamente en la vulgaridad. Toda la fuerza que se podía presumir a la película, teniendo en cuenta la talla de Milos Forman como cineasta y la grandeza de la figura a retratar, brilla por su ausencia.
A pesar de lo fallido del argumento, Los Fantasmas de Goya presenta una brillante factura técnica, de la que destacan especialmente la fotografía de Javier Aguirresarobe y la dirección artística de Eduardo Hidalgo. Por encima de todo, en Los Fantasmas de Goya sobresalen las interpretaciones de un superlativo Javier Bardem, un sólido y convincente Stellan Skarsgard, y una sufrida y humana Natalie Portman, capaz de transmitir todo el sufrimiento de su personaje. Aunque las comparaciones son odiosas, también es inevitable que le venga a uno a la cabeza ese soberbio trabajo de Carlos Saura (especialmente en el aspecto visual) que es Goya en Burdeos. Los Fantasmas de Goya es un film que, visualmente es una delicia para el público, pero al que le falla el sustento primordial de cualquier obra cinematográfica: una buena historia que lo respalde.