Malditos bastardos
Que Tarantino me encanta no es ningún secreto, ya que todas y cada una de sus películas me han encantado, incluyendo la impopular Deathproof, por tanto, no había ningún motivo para no ir de cabeza al cine a ver Malditos Bastardos.
Y cuando esperas tanto de una película, lo mejor que se puede decir de ella es que no te ha decepcionado, que te ha dado exactamente lo que querías. Una película gamberra, bien hecha, con diálogos interesantes, personajes con gancho, y 150 minutos que se hacen verdaderamente cortos.
La Francia ocupada por la Alemania nazi es el lienzo sobre el que Tarantino nos pinta esta película, dividida en 5 capítulos, perfectamente relacionados entre sí, y los "malditos bastardos" son aquí una compañía de elite de soldados americanos, capitaneados por un genial Brad Pitt, que se enfrentan a una difícil misión, y paralelamente se van cruzando otras historias, que confluyen, como es de esperar, en un apoteósico final.
Sería injusto no destacar el monumental trabajo del desconocido Christoph Waltz, que borda su papel de oficial de las SS, y se ha ganado, no exagero, un lugar en el olimpo de los personajes de Tarantino, a la altura del Jules de Samuel L. Jackson, o la Novia de Kill Bill. (Película con la que obviamente se puedene encontrar muchas similitudes. Es más, cuando alguien me desaconsejó la película diciendo que era "como Kill Bill pero con nazis y más explosiones" no pude dejar de preguntarle cuál era la parte mala)
Tensión, diálogos, buena música, personajes y situaciones interesantes, y un magistral uso de la cotidianeidad, donde Tarantino es capaz de hacer divertidas escenas en las que no pasa nada y los personajes se limitan a emborracharse en un bar mientras juegan a juegos tontos.
Quentin Tarantino es un maestro, y con esta película lo vuelve a demostrar. Eso sí, no le pidáis rigor histórico, porque no lo vais a encontrar. Y bueno, el final… poco puedo decir del final, que no sea, ¡olé sus huevos!
Tarantino ha vuelto.