Infierno de cobardes
Lago, un villorrio que ha hecho su fortuna gracias a la minería, es un pueblo temeroso de Dios, aunque si a alguien temen más es a Stacey Bridges y sus dos primos, bandidos a punto de salir de presidio tras cumplir un año de condena. En Lago tienen buenas razones para no conciliar el sueño por las noches. Algunos temen la ira de Bridges. Otros, sabedores de su culpa, temen la ira de Dios.
Tras dirigir su primer largometraje, Play Misty For Me, Clint Eastwood volvía a enfundarse un revólver para rodar la historia de un pistolero con sed de venganza. La influencia de Leone todavía era muy patente, y el personaje de Eastwood apenas guardaba diferencias con “El hombre sin Nombre” que había popularizado en la llamada Trilogía del Dólar. El poncho había quedado atrás, pero el enigma y la sonrisa sardónica seguían allí.
Con todo, el desconocido de Eastwood ya muestra signos de lo que serán los posteriores pistoleros del actor y director. Si con Leone el pistolero era un héroe tan sucio como sus enemigos y que trabaja en su propio beneficio, en Infierno de cobardes el extraño que llega a la ciudad oculta sus motivos, aunque éstos resultarán ser de lo más personales. El viejo desconocido de Leone aparece sobretodo en la primera media hora del film; ahí le tenemos observando ataúdes y enfrentándose a tres guardianes, o “seduciendo” a dos damas del pueblo: la puta que trata de ser señora y la mujer de conciencia atrapada en un lugar miserable.
Conforme avanza la cinta el pistolero de corte pícaro va dejando paso al hombre oscuro, al ángel vengador. Se lo propusiera o no, Eastwood estaba llevando un paso más allá al Armónica de Hasta que llegó su hora. Pero no sólo podemos ver en el film el pasado del californiano. En un apunte de lo que podríamos ver años más tarde en la magnifica Sin perdón, el director enfrenta a su pistolero con el pasado en mitad de las llamas bajo un cielo nocturno.
Infierno de cobardes no trata sólo de bandidos y venganzas. Tan interesante como el duelo final o más si cabe es el duelo que mantiene el forastero con toda la pequeña ciudad. Habiendo dejado indefensa a la ciudad ante Stacey y sus hombres, el pistolero se sabe poderoso. Y es entonces cuando Eastwood nos lleva de la mano a un paseo por un pueblo que se dice temeroso de Dios, pero que tras sus ventanas y sus puertas sólo guardan codicia e hipocresía. En sus cajones, en sus billeteras, en sus negocios, esconden la culpa, la carga de un muerto. Un sonido viene a ellos en sus sueños…
Del horizonte distorsionado por el calor aparece a caballo el forastero, cabalgando en pos del desquite final. Un inquietante sonido acompaña esa fantasmagórica visión hasta que el jinete se hace visible. Es entonces cuando la banda sonora comienza a dejar caer sus notas mientras el pistolero cabalga hacia el pueblo de Lago. Ante la atónita mirada de sus paisanos el forastero cabalga imperturbable por la calle principal. Su aparente sangre fría sólo se rompe (así como la música) cuando escucha el restallido de un látigo. Un sonido que en la ciudad guarda un amargo recuerdo.
Infierno de cobardes trata un duelo con pistolas y retrata una sociedad corrupta que se mueve sólo por sus intereses económicos, y cuya prosperidad está manchada de sangre (¿se refiere Eastwood a alguna sociedad en particular? Que cada cual saque sus conclusiones). El forastero no olvida esto último, y se encargará de ello a su debido tiempo.
Si la relación del pistolero con los habitantes de Lago es de puro desprecio, dos personajes resultan cruciales y provocan algunas desconcertantes actitudes del Hombre sin Nombre. Son las dos figuras que tal vez podrían tener justificación para salvarse de la quema, pero a quién en determinados momentos el forastero no dudará en hacérselo pasar mal. El primero es Mordecai, un enano que vislumbra bien pronto la importancia de ese extranjero, poniéndose a su servicio. Tras su interesada actitud hay sin embargo cierto aprecio por el rápido tirador silencioso, lo que éste recompensará nombrando a su pequeño amigo alcalde y sheriff de Lago. Cuando Mordecai le pregunte quién dará la orden de fuego ante la llegada de los villanos, el extranjero responde: “Tú lo harás”. ¿Una sutil broma del pistolero? El segundo personaje es Sarah, la mujer del hotelero, la única persona en el pueblo que trató de ayudar al viejo sheriff. Pero se acabó doblegando a la voluntad de su marido, con lo que el nuevo amo de la ciudad no le perdonará el pasar por su cama.
Aun así, tanto Mordecai como Sarah salen bien parados de la sutil y a la vez terrible venganza pintada en rojo de un forastero fantasmal surgido de las arenas del desierto, y a las que volverá tras haber cumplido su fatal misión. Infierno de cobardes es un film imprescindible para entender la evolución de Clint Eastwood tanto como cineasta como autor de westerns.