Wall street: el dinero nunca duerme
Es interesante que se retome unos personajes que, de un modo u otro, provocaron la crisis que actualmente estamos viviendo. Oliver Stone ha sido listo y ha recurrido a uno de sus éxitos para adaptarlo a los tiempos actuales.
Las generaciones de brokers y amantes del dinero se van renovando, pero también la ferocidad del propio director. La diferencia entre el final de Wall Street y esta secuela dicen mucho del ánimo que ha ganado y el fuelle que ha perdido para ser mordaz.
Con una introducción inmejorable que el trailer ya incluía, el film comienza con una potencia esperanzadora. Da la impresión que vamos a ver una película implacable y trepidante, pero a medida que avanza, podemos ver algunas de las cartas que se van a jugar.
El joven reparto protagonista está estupendo. Mulligan, una debilidad, como siempre, tiene las emociones a flor de piel y es imposible no conmoverse con ella. Shia es un chaval con talento y en este papel podría decirse que es mini-Gekko. Caben resaltar los cameos de Charlie Sheen (con un mentón más afilado que un dibujo animado) y la buena racha de James Brolin, un gran actor que afortunadamente se están aprovechando muy bien y que al director le dio gran resultado con W. Buena banda sonora de Craig Armstrong con canciones de David Byrne.
En la parte menos sobresaliente, está un "buenismo" latente que durante todo el film se cuela de forma muy sutil, pero que no encaja en todo un retrato de gente despiadada por el dinero. Bien es cierto que debemos trabajarnos una herencia que perjudicará a nuestros futuros hijos, pero entre energías limpias y blogs concienciados, el film se plaga de una cierta ingenuidad que, como siempre, se nos atribuye a una juventud que en realidad está aletargada excepto cuando destroza mobiliario urbano como símbolo de protesta.
Es un film recomendable y disfrutable, pero que va desinflándose hacia el final.