Crimen perfecto
Le decía Hitchcock a François Truffaut que no había mucho que decir sobre Crimen perfecto, pero yo, al igual
No sólo era que para Hitchcock Crimen perfecto fuera una película de trámite, sino que además Jack Warner, atemorizado igual que el resto de capos de los estudios ante la pujante televisión, insistió en que el film fuera rodado en 3D. Hitchcock, además de considerar ese efecto como algo anticinematográfico y un mero anzuelo pasajero para el público, se frustró aun más al ver las enormes y pesadas cámaras que hacían falta para lograr los efectos tridimensionales. Ante la perspectiva que veía ante sí, el director se dedicó a buscar planos bajos y unas cuantas escenas con objetos entre el espectador y los personajes, y rodar la historia de la manera más rápida y eficiente posible para luego concentrarse en el vestuario de Grace Kelly, actriz que le había maravillado en sus primeras pruebas para el cine y en Mogambo. En Grace Kelly el director encontró todo aquello que andaba buscando: una actriz rubia que fuera a la vez elegante, distante e intocable pero capaz de despertar pasiones carnales, y que además colaborara con Hitchcock en todo. De Grace Kelly el orondo director diría en el futuro que fue la actriz más dispuesta con la que jamás trabajara. Fue su gran musa, pero como todos sabemos, el pobre Hitch se las prometió demasiado felices.
Crimen perfecto no puede ser puesta a la altura de las grandes obras maestras que el director rodó en América, pero a pesar de su desgana y su avidez en desembarazarse pronto de aquello Hitchcock se mostró de nuevo como un director técnicamente imbatible, manejando perfectamente el ritmo en todo momento, esforzándose en realizar una adaptación fiel de la obra teatral y cuidando los diálogos tanto como los cambios de vestuario de Grace Kelly. Una buena prueba es la secuencia en la que Tony Wendice desvela su plan al Capitán Lesgate, cuidada al detalle y que más que una película de cine parece una de esas típicas obras de teatro televisadas. Otro momento álgido del film es, por supuesto, esa brutal, a la manera limpia de Hitchcock, escena con las tijeras, que el director repitió varias veces tratando de buscar un modo en que las tijeras brillaran de forma especial, pues como afirmó después, una escena así sin tijeras brillantes era como unos espárragos sin salsa holandesa: algo insípido.
El reparto es ciertamente sólido, por otra parte, ayudando con sus interpretaciones a llenar los huecos de la falta de entusiasmo del gran Alfred. Ray Milland y su mefistofélica sonrisa conforman un gran villano, Grace Kelly cumple y su belleza es cuidada en todo momento por Hitch, aunque apague el color de sus vestidos poco a poco, y por último John Williams (evidentemente no es el compositor) se lleva todas las escenas en las que aparece su Inspector Hubbard, papel que ya había interpretado en la obra teatral. Quizás sea Robert Cummings quien a la postre no aporte demasiado al film.
Crimen perfecto, un film de transición en la carrera de un genio y, en realidad, una película por la que matarían la mayoría de directores que han pisado este mundo.