Una historia de venganza, idealismo y redención.

★★★☆☆ Buena

Wall street: el dinero nunca duerme

Rescates financieros, energías alternativas, caída de la bolsa, burbuja inmobiliaria, todos estos términos tan en boga últimamente son los que maneja Oliver Stone para enmarcar la trama de Wall Street: El dinero nunca duerme (Wall Street: Money never sleeps, 2010), secuela de Wall Street (1987) del propio director. Michael Douglas vuelve a la piel del personaje que le valió el Oscar a Mejor Actor hace 23 años y demuestra que el rol del tiburón financiero Gordon Gekko le sienta como un guante.  Le acompañan en esta ocasión las jóvenes estrellas Shia LaBeouf, protagonista de la saga Transformers de Michael Bay y además hijo de Indiana Jones en la última aventura del famoso arqueólogo, y Carey Mulligan, la gran revelación de An education. En papeles secundarios encontramos a los veteranos Susan Sarandon, Frank Langella y Eli Wallach, que le dan aun más lustre al elenco, que lo complementa Josh Brolin como un frío y amoral magnate de la industria y las finanzas. Sendos cameos del propio Stone y de Charlie Sheen, protagonista en la primera entrega, ponen la guinda de los auto homenajes de la cinta.

Las relaciones padre/hijo ó mentor/discípulo, son el motor que mueve a los personajes en una historia de venganza, idealismo y redención. A veces, durante las operaciones económicas, puede ser algo confuso saber qué es exactamente lo que se está haciendo si uno es profano en el mundo de los brokers y las altas finanzas, pero en general la película se entiende perfectamente. Tiene un final interesante conceptualmente, aunque en la forma de plasmarlo resulta algo torpe y forzado.

El aspecto visual perpetrado por Stone es muy potente, especialmente el retrato de los rascacielos de New York. Salvo una ligera caída de ritmo a mitad de película y algunas escenas con poca intensidad dramática, se mantiene el interés durante prácticamente todo el metraje.

En general se puede decir que la película no llega a ser redonda, pero sí muy meritoria e interesante sobre un tema de rabiosa actualidad.

Lo mejor: Michael Douglas y el estilo visual de Stone.
Lo peor: Algunas caídas de ritmo y la sensación de que globalmente a la película le falta intensidad dramática en algunos momentos.
publicado por Ramón Ramos el 24 octubre, 2010

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