Harry el ejecutor
Durante mucho tiempo Harry Callahan fue una constante en la carrera de Clint Eastwood, como un topo del que no podía (o no quería deshacerse). Cuando ya parecía muerto y enterrado, algo le hacía despertar. Tras Harry el fuerte todo indicaba que la saga ya estaba finiquitada, pero cuando le llegó (curiosamente, a través del maître del restaurante que poseía en Carmel) un tratamiento escrito por un par de escritores aficionados, le gustó tanto que decidió rescatar al inspector de policía más sucio de San Francisco.Tras las andanzas de Patty Hearst, el espantoso declive de Haight Ashbury, el auge de los Panteras Negras y demás, no es de extrañar que los guionistas decidieran que sería apropiado que en esta ocasión Harry se enfrentara a un grupo terrorista de pseudohippies marxistas que se dedican a sembrar el terror en la ciudad. Y, como ya era habitual, además le debía acompañar un joven ayudante que probablemente no llegaría al final de la película sin visitar el hospital.
Tras una segunda parte algo irregular, Harry el ejecutor recuperaba parte de la garra de la primera entrega, aunque sin llegar por supuesto al nivel de ese gran clásico. Los malutos en esta ocasión eran algo más cutres que los policías nazis del segundo film, pero no dejan de resultar entrañables, en especial ese Michael Cavanaugh que luego parece que se pasara media vida persiguiendo marcianos con su cara habitual de frenético. Pero lo que pierde en villanos lo gana la película en todo lo que rodea a Harry, desde sus primeras apariciones, que incluyen el típico atraco frustrado por su Mágnum o una delirante escena con un infartado, pasando por algunas de sus aplastantes frases, hasta sus míticas peleas con sus superiores. En ese sentido (y sólo en ese sentido) Harry el ejecutor es quizá una de las mejores de la saga. La retahíla de quejas, caretos y desplantes que nos regala Eastwood a lo largo del film es ciertamente impagable.
Y más cuando teniendo en cuenta que en este film Harry es emparejado, muy a su pesar, con una joven cadete que pasa a inspector por eso de rellenar cupo y ganar votos feministas. Evidentemente el retrógrado Harry no la acogerá con los brazos abiertos, pero ya sabéis, todos los tipos duros tenemos un corazoncito en el fondo, y la chica se hace de querer, interpretada creíblemente por una Tyne Daly que se alejaba, muy acertadamente, del modelo de mujer policía de Los Ángeles de Charlie; quizás por ello no resulta extraño que la actriz triunfara poco después en la pequeña pantalla con Cagney y Lacey.
Vaya, que Harry el ejecutor resulta una entretenida tercera parte, con sus buenos momentos y escenas de acción, incluida una larga persecución a pata en la mejor tradición de la saga, que culmina en un rodaje porno y en una Iglesia. Por supuesto tampoco faltaban algunas escenas con Albert Popwell, el más habitual de la saga junto a Eastwood, que en esta película, sin que se explicite, parece interpretar al pobre diablo del primer film a quien Harry le soltaba el discursito de la Magnum, y que aquí ha subido de categoría, pasando de ratero a líder de una especie de grupo ‘panteranegresco’. Lástima de grupo de terroristas, aunque aun así los prefiero a ellos que a la Sondra Locke de Impacto súbito. Pero ésa ya es otra historia.