Luz de Domingo
El cine, como la vida, está repleto de injusticias grandes y pequeñas, y una de ellas es que no se mide a todos con el mismo rasero. También puede pasar que por circunstancias ajenas al mismo cine, un cineasta o un actor caiga en desgracia o sea objeto de durísimos e injustificados ataques. Esto le ha ocurrido a uno de nuestros más grandes directores como es José Luis Garci, que recordemos ganó el primer Oscar para el cine español hace la friolera de 27 años.
Con Luz de Domingo, Garci da por cerrada la llamada “trilogía asturiana”, que inició con la magnífica You are the One a la que siguió una aún más extraordinaria Historia de un Beso. Y para ser sinceros, con semejantes precedentes, Luz de Domingo se encuentra en un enfrentamiento absolutamente desigual y que acaba perdiendo claramente. Eso no quita que, independientemente, Luz de Domingo no sea una buena película, cuyo principal defecto son los altibajos de su historia. Los más críticos con Garci ya estarán afilando los cuchillos, pero este defecto no puede achacársele únicamente a él, porque si la historia de Pérez de Ayala era folletinesca, aún ha logrado mejorarla notablemente. Y es que la historia gana enteros en los momentos en los que habla del caciquismo, mientras que baja en las secuencias más románticas, llegando en ocasiones a la cursilería. La pérdida de intensidad también puede deberse en parte a la presencia de Paula Echevarría, aún más blanda y con menos cualidades interpretativas que Elsa Pataky. El contrapunto lo ponen unos magistrales Alfredo Landa y Carlos Larrañaga, que llenan la pantalla en cada aparición, protagonizando un duelo actoral de altura en las secuencias en que coinciden juntos. El trabajo técnico de la cinta es sencillamente magnífico, desde la fotografía de Raúl Pérez Cubero a la dirección artística de Gil Parrondo. Y por encima de todos, la extraordinaria dirección de José Luis Garci, al que muchos deberían criticar menos y aprender más de él.
Luz de Domingo es la película más floja que ha firmado José Luis Garci en bastantes años, no siendo ello obstáculo para que nos demuestre una vez más su extraordinario dominio del lenguaje y la narración cinematográfica.