Las 13 Rosas
Querido Bomarzo:
¿Sabes cuándo terminé de constatar que “Las trece rosas” es mala de cojones?
Pues al final, cuando el pelotón dispara sobre las chicas y, aliviado, pensé para mis adentros que menos mal, que ya era hora, que tenía hambre y que, por fin, me podría comer un rico sandwich de jamón y queso fundido. Es como lo de la “Juana de Arco” de Luc Besson, que cuando finalmente le pegaron fuego a la Jovovich, aplaudí hasta romperme las manos.
Disculpa que comience esta carta con lo que podría parecer una boutade sin gracia o, aún peor, una falta de respeto hacia la memoria de esas trece chicas, vilmente asesinadas por el gobierno franquista al terminar la Guerra Civil. Pero no es así. El desprecio por su memoria, en cualquier caso, viene dado por una película penosa y bochornosa, cuyo visionado provoca vergüenza ajena.
Vaya por delante que me parece extraordinario que nuestro cine siga buceando en importantes acontecimientos de nuestra historia, igual que lo hacen las cinematografías de todo el mundo. Y no me importa que se sigan haciendo películas de la Guerra Civil igual que los americanos ruedan cíclicamente películas sobre el Vietnam o sobre la II Guerra Mundial.
Pero, por favor, que el producto resultante tenga un mínimo de decoro, algo que “Las trece rosas” no alcanza ni a rozar.
Empezamos con un arranque en que dos chicas, subidas en una tarima, intentan alentar a las masas en su fervor republicano. La secuencia tiene tanto realismo que parece interpretada por un reparto de Clicks de Famóbil y transmite la misma emoción que un catálogo de Ikea.
Y, a partir de ahí, todo igual. Personajes que aparecen y desaparecen si que sepamos ni quiénes son ni qué pintan en pantalla, unos fascistas de diseño que parecen modelos de Armani, un maniqueísmo y una simpleza como hacía tiempo que no se veía en una pantalla… ¿y las secuencias de los interrogatorios? Si Jack Bauer levantara la cabeza…
De hecho, dicen las malas lenguas que la huelga de los guionistas de EE.UU. ha venido motivada, precisamente, por haber visto “Las trece rosas”, exigiendo que la palabra “Guión” desaparezca de los títulos de crédito para que, en su lugar, aparezca la leyenda “Panfleto”, “Mamarrachada” o “Sinvergonzonería”.
Es que voy escribiendo, voy recordando momentos de la película, y me voy encendiendo aún más que mientras la veía. La secuencia en cárcel, salpicando de agua a la severa agente de prisiones. La madre corriendo detrás del camión…
En fin, querido Bomarzo, que el infierno está lleno de buenas intenciones, que la trágica historia de trece rosas rojas merece la pena ser contada, pero que este engendro perpetrado por Emilio Martínez Lázaro, flaco favor le hace a su memoria, y aún más flaco a la recuperación de una memoria histórica digna y respetuosa.
Y, desde luego, como película, es un nuevo torpedazo más en la línea de flotación del cine español, que “Las trece rosas” reúne todo el compendio de vicios y miserias que han convertido a nuestra cinematografía patria en el mejor repelente para el espectador: es maniquea, aburrida, pobre y está increíblemente mal escrita, peor interpretada y aún peor dirigida.
“Las trece rosas”, además de ser un fraude y un fiasco, una decepción, un timo y una pena, es, en una palabra, una bazofia.
Querido Bomarzo: ¿lo hablamos?
Con todo cariño,
Fdo.- Patón indignado.