El despertar del amor
Con la única referencia de tratarse de una película ambientada en el imperio austrohúngaro y en plena época prebélica, afronté el visionado de El despertar del amor, un trabajo del británico John Irvin, a quien muchos recordarán por El cuarto ángel o Cuando callan las trompetas.El filme narra la historia de un internado femenino alejado de cualquier población, en el que las niñas son educadas rígidamente desde pequeñas con el único fin de convertirlas en bailarinas de danza clásica.
Mezclando una gran cantidad de historias paralelas, jugando al despiste, sin aclarar nada en ningún momento y con una carencia de recursos narrativas asombrosas, El despertar del amor es una de esas películas que se quedan a medio camino entre el drama de reivindicación homosexual, el suspense, el género (pseudo) histórico y un sinfín de ellos, resultando al final un producto desconcertante, un tanto absurdo y que no cierra ninguna de las historias que abre, ni termina de aclararse en ninguno de sus aspectos.
Narrado con un tono que por momentos es de una dureza extrema, se alarga innecesariamente escenas desagradables, mientras se le resta tiempo a las que podrían hacer que se entendiera algo de este despropósito, en el que ni los tiempos, ni los personajes ni nada de nada, son capaces de ensamblarse.
Quizás lo único destacable y salvable de la quema, sean las interpretaciones de sus protagonistas, incluida Jacqueline Bisset, que figura como cabeza de reparto sin serlo en un flaco favor a su dilata carrera por parte de la dirección; porque la realidad es que en un filme así, cuanto más rezagado figure uno en los créditos, mejor.
Por último, decir que la recreación de escenarios tampoco es mala, aunque excesivamente lúgubre.
Una castaña pilonga que aburre al más pintado.
Lo mejor: Las interpretaciones de algunos de sus personajes.
Lo peor: Prácticamente todo.