El sacrificio se nos presenta aquí como una forma de suicidio. No hablamos de la historia, ni de los personajes, sino del director al aventurarse en una película que nada contracorriente.

★★★☆☆ Buena

La fuente de la vida

Hay películas surrealistas que tienen por donde agarrarlas. Este poema visual es eso, una elegía, una especia de canto de cisne, así que sus responsables esperan un sobreesfuerzo por nuestra parte.

Imagine una cajita que encierra metáforas, referentes filosóficos y culturales, recuerdos, sensaciones, errores, imágenes de gran belleza, recortes, lágrimas… Así es esta película que, más que fascinar, atrapa nuestra atención, aunque sea apoyándose en nuestra espera para saber qué camino va a seguir. Quizás por reforzar este enganche, de su argumento diremos que el amor da fuerzas para todo, que es un acto de fe, de entrega y abnegación y, como tal, también tiene sus víctimas.

Después de desplegar las ideas, aquí la victima puede ser el público. Somos espectadores acostumbrados a una prosa cinematográfica con sus reglas ortográficas y gramaticales, con su significados y sus interpretaciones… Nos hemos educado en un cine ‘normal’, con una narrativa concreta y por ello, ante propuestas nada corrientes, solemos mostrarnos reacios.

Los primeros planos de Rachel Weisz, el duro trasfondo de la relación entre su personaje y el interpretado por Hugh Jackman, las buenas intenciones plásticas y la retórica empleada y en ciertos aspectos edulcorada se contrarrestan con lo previsible de una narración que no por ser atípica resulta más seductora y peca de excesiva pedantería plástica. El guión, lejos de asombrar, destaca por su simpleza, aspecto negativo que, mirándolo con buenos ojos, acaba convertido en curiosa virtud al remarcar la impronta estética.

Quiero dejar claro que la tercera cinta de Darren Aronofsky (después de Pi y Réquiem por un sueño) me provocó, me picó. Son verbos que empleo cuando no sé si algo me convenció o no: es como ver un cuadro abstracto en un museo. La valentía formal casi siempre está reñida con nuestro gusto, apoyado en la herencia cultural aprehendida. Por eso, resulta constructivo no permanecer herméticos ante apuestas diferentes que extraen de nosotros el lado más crítico.
publicado por Daniel Galindo el 6 mayo, 2007

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