La fuente de la vida
El propio Darren lanza en la presentación de su nuevo film el mismo aviso que yo mandaré a toda persona que lea este texto y esté interesada en “The Fountain”: si esperas ver un nuevo “Réquiem por un Sueño” u otro “Pi”, mejor abandona la sala.Y el que avisa no es traidor. Para ver una película de semejante talante hay que ir predispuesto, preparado para abrir la mente sin complejos. Rezarse incluso varias oraciones. Relajación. Meditación. Lo que nos venga en gana. Pero nunca prejuzgar.
Sin poder obviar todos los clichés válidos para estos menesteres, mi opinión va en varias direcciones. A veces se cruzan, otras chocan. Algunas de ellas se alejan del resto y no vuelven. Muchas tienen poder embriagador, otras repulsivo.
Tarea difícil que alguien se haga una ligera idea, cuando uno realmente tampoco sabe qué decir. ¿Bien? ¿Mal? ¿Acaso regular? Ni uno ni lo otro. Todo eso y nada de eso.
Lo único que se nos exige es que dejemos todo a un lado y que tratemos de profundizar en el mensaje, complejo formalmente, que Aronofsky nos quiere lanzar. A lo mejor el mensaje lo tendremos que arrancar nosotros. No quedará otra opción. El resto… cuando aparezcan los créditos finales.
El director de “Pi” corre un riesgo elevadísimo creando este film. No sólo se expone a la dureza de la crítica, sino a que gran parte del público únicamente vea tonterías de circo ambulante.
Seis años le llevó culminar el proyecto. Seis largos años en los que el mundo del cine y el suyo propio han avanzado a pasos agigantados. Hubo suficiente tiempo para que Brad Pitt (uno de los actores del plantel inicial) se largara, para que el estratosférico presupuesto se redujera considerablemente, para que rechazara proyectos como el de “Batman Begins”… y para que la gente se aburriera y le mandara a recoger setas.
Lo dicho. Mucho riesgo. Y más para un director con tan poca trayectoria, aunque sí mimada por la crítica y amparada por el público. Arma de doble filo para el ego de Aronofsky.
Ego que se dispara hasta límites cercanos a lo prohibido, creando una película tan pretenciosa como lisérgica, emocionante, épica, alucinante y peligrosamente cercana a la exposición del ridículo más espantoso de la historia del cine.
Emociones confrontadas de nuevo. Por ver cómo el calvo futuro de Hugh Jackman trepa el árbol como si de un mono se tratase. Por ver cómo el tono místico del film parece escaparse de las manos por momentos. Por ver cómo el aire épico se busca, se pretende y se magnifica con el abuso presencial de la música (por otro lado, excelente) y los impresionantes efectos visuales. Por ver cómo Rachel Weisz (pareja del director en la actualidad) pasa de lo precioso a lo simplemente correcto, al igual que un ligeramente acartonado Hugh Jackman. Aunque suficientes para lo que se nos quiere contar, más general que detallado.
Pero confrontadas también, como digo, por ver unas escenas tan arrebatadoras y elevadoras. Por sufrir tan de cerca una historia de amor tan fuerte, trágica e inevitable. Por tratar un tema tan interesante como peliagudo de una forma nada gratuita en el fondo. Y por hacernos partícipes obligados y reflexionar. Como el cine de verdad, el buen cine.
Así, si no te esfuerzas por comprender la película, no habrá película. Únicamente verás sucesiones de tonterías, bien disfrazadas estética, formal y musicalmente, pero tonterías fuera de comprensión alguna al fin y al cabo.
Lo que busca Creo (Hugh Jackman) en cada uno de sus tiempos, es lo que buscamos nosotros constantemente a lo largo de la historia. La vida eterna, ese dichoso “cáliz” que cura y protege, visto dicho elemento desde la perspectiva religiosa (o cultural) que proceda.
Y lo más importante. Busca una escapatoria, huir de la tan temida muerte. Para sanar el cáncer de su amada, pero para beneficio propio también. Pero no se puede huir de lo inevitable, ni se puede buscar lo que no existe.
Y si por alguna razón existiera… ¿sería lo que nosotros creemos? ¿Sería Xibalba la estrella del continuo renacer o la de la aceptación de la muerte y la desaparición? ¿Sería el árbol de la savia eterna el que nos da vida o nos da la muerte/vida haciéndonos formar parte irremediable de nuestro planeta?
Mientras Creo permanece irascible y su locura va a más en la búsqueda del medicamento parar curar a su mujer del cáncer terminal (paralelismo que se puede establecer tanto en su presente como en su futuro), ella hace tiempo que ha aceptado su muerte. La toma simplemente como una continuación lógica, y lo único que desea es que su marido termine por ella lo que quedó inconcluso. Que comprenda para poder avanzar. Es la única forma de perdurar y entender: aceptar la muerte como parte inseparable de nuestro ser, como la vida misma.
Pero Creo niega su realidad, no la acepta. El dolor es muy fuerte, la pérdida de su amada y la frustración invaden su alma. Se queda ciego. Deberá buscar la salida a ciegas, mediante la intuición y el saber.
Así las raíces del árbol se mantendrán erguidas (inolvidables las escenas del futuro en las que se eriza el bello del árbol). Podremos morir en paz.
Pese a todo, de nuevo aparecen ante mí sensaciones confrontadas.
Bien es cierto que en el fondo es un mensaje un tanto moralista, que nos lo conocemos a la perfección. Pero el envoltorio es muy atractivo si te dejas llevar. Y dicen que en el cine todo está inventado… menos la forma de contarlo. Y el film que nos ocupa puede ser de todo, pero también lo es interesante e innovador.
Si intentas tomártela en serio, haces caso omiso a monos trepando árboles, situaciones esperpénticas varias y excesos formales o esotéricos/místicos, y olvidas que el tratamiento de la banda sonora recuerda al de “La Joven del Agua” de Shyamalan por el excesivo abuso de la misma para engrandecer el carácter épico del film (¿pretencioso?), seguramente llegarás a comprender el porqué de su existencia, su búsqueda y su reflexión. Hará que te sientas parte de la misma. A lo mejor hasta te deja boquiabierto.
Se puede intuir incluso otro delicado parecido. Formalmente existe un ligero acercamiento a la poesía de Tarkovsky (¿involuntario o voluntario?), obviamente con un fondo mucho más simple y menos metafísico. Pero, por mucho que pretenda, Aronofsky nunca será Tarkovsky. Ni mucho menos.
En definitiva, y dejando a un lado ideas/asociaciones del film, en tus manos está el calificar la película como impresionante, interesante o ridícula.
¿Espantosa, pretenciosa, vergonzosa, preciosa, reveladora? Tú tienes la última palabra.