El amigo Woody vuelve a acomodarse componiendo una obra menor, sin más ambición que la del divertimiento personal y el de deleitar a sus incondicionales con un manojo de tics y latiguillos marca de la casa.

★★☆☆☆ Mediocre

Scoop

Tras la notable “Match Point”, el amigo Woody vuelve (como en otras ocasiones) a acomodarse componiendo una obra menor, sin más ambición que la del divertimiento personal (bravo por él, que conste) y el de deleitar a sus incondicionales con un manojo de “tics” y “latiguillos “ marca de la casa, cimentándose en un relato no desprovisto del habitual cariz irónico y burlesco, lo cual funciona con modestia, sobretodo gracias a la soltura adquirida durante varias décadas de cine y casi siempre moviéndose en un mismo terreno. Ello va en beneficio de la acomodaticia apuesta de un autor de culto, pero recula posiciones frente a apuestas renovadoras como su obra anterior, confirmando el estancamiento de un cineasta que siempre será bienvenido a las carteleras y visto con agrado por un servidor, pero sus recientes historias pasarían desapercibidas si su nombre y apellido no aparecieran bajo el “written and directed by”…

El conjunto de tics y fases que van configurando el relato esconde la habitual ínfula filosófica disertada a través de un pequeño grupo de personajes, a ver cual de todos es más relamido e insípido: la estudiante pavita que busca una escapada a su ambición periodística e investigadora, la amiga confidente que siempre le apoya, el tímido hijo de papá que esconde un secreto, el personaje gracioso salido de un teatro de magia y una trama sostenida en el típico asesino en serie que “nadie sabe quien es pero todos sabemos quién va (o no va) a resultar en última instancia”. Es decir, a un conjunto de personajes sin ningún atisbo de originalidad y frescura se le suma un esquema argumental muy previsible (y, redundo, demasiado esquemático).

No es una mala película, Allen tiene sus grandes momentos en algunos diálogos ingeniosos (no podía ser menos) y en algún punto del relato que logra cuajar en conjunto, pero son cosas muy puntuales. En la mayor parte del metraje sucede muy poco y los chistes tampoco revisten una inteligencia irónica y sarcástica que sorprendan. Es el estilo y el carisma de Woody Allen lo que salva la función, el texto y la representación, por sí mismos, son demasiado insustanciales . Y eso, obviamente, es muy poquito.
publicado por José A. Peig el 9 noviembre, 2006

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