El Niño Con la Pijama de Rayas es una historia agridulce. Dulce como sus personajes centrales; dos niños con experiencias de vida muy diferentes: uno es un judío en tiempos del Holocausto, mientras que el otro es un hijo de un oficial nazi, que están unidos por ese sentimiento único de inocencia, ternura y espontánea sabiduría que posee todo infante. Y ácida por el contexto histórico tan difícil en los que se ven envueltos estos dos pequeños seres quienes en medio de varios encuentros intentan descubrir entre juegos y adivinanzas la realidad que los rodea.
El Holocausto que llevó por parte del ala nacional socialista de la Alemania Nazi a la muerte sistemática de alrededor de seis millones de judíos, es sin duda una época cruel, vergonzosa, que nos pesa y que bien ha sabido quedar registrada en la lente de más de 20 películas que desde 1940 nos están impactando y no dejando de sorprender. Desde lo real a lo fantasioso como el caso de esta novela, esta masacre ha servido al cine para poner al descubierto una innumerable cantidad de dramas que enaltecen las historias de vida donde afloran los más puros sentimientos en medio de tanto dolor, incomprensión y desesperanza.
Lo interesante del Niño con la Pijama de Rayas es el planteamiento de esta historia volcada en primera instancia a los sufridos más pequeños y el hecho de incluir como víctima, en segunda instancia, a una víctima del bando nazi, vistos desde siempre como los únicos culpables, reinvindicando así la premisa que dice que toda guerra es absurda en donde caen víctimas de todos los bandos.
Puedo decir que en cuanto a trama, esta película cumple el cometido de generar impacto, de tener una buena historia con cierta dosis de autenticidad, que se destaca además por su cuidada fotografía y detallado vestuario, pero que se queda corta a la hora de trasmitir toda su intencionalidad. El ritmo es otra de sus falencias y el metraje a pesar de no ser abultado produce la sensación contraria. Por otra parte, las actuaciones son buenas, medidamente creíbles pero tampoco son tan esmeradas como para darle a la cinta la fuerza suficiente que bien si merecía.