Se destaca la puesta en escena de Menzel y el delicado humor que recorre gran parte de su metraje, en una película que sabe decir y mostrar desde un costado complejo y conflictivo.

★★★★☆ Muy Buena

Yo serví al rey de Inglaterra

Yo serví al rey de Inglaterra es la última obra del prestigioso realizador checo Jirí Menzel, director de reconocidas obras como Trenes rigurosamente vigilados. En esta película recurre a un procedimiento varias veces repetido en el cine europeo, que consiste en seguir la vida de un testigo involuntario de los convulsionados acontecimientos que sacudieron la primera mitad del siglo veinte. En este caso el testigo es Jan, un camarero que ambiciona con escalar socialmente y convertirse en propietario de un lujoso hotel. Jan, un hombre bajito y pícaro, cambia de trabajo y aprende a adaptarse con inteligencia a cada nuevo universo social que conoce como empleado. Su pequeña fascinación radica en arrojar monedas al suelo y observar cómo los más ricos y poderosos se agachan a recogerlas. De esa manera, a medida que va creciendo de empleo en empleo, comienza a ser testigo de las radicales transformaciones que terminarán en la ocupación nazi en 1939, su posterior derrota política y su alineación ideológica con la URSS. La película parte de la liberación, décadas más tarde, de Jan, quien había sido detenido por el reconvertido estado comunista, y había sufrido la confiscación de todos sus bienes, de todo aquello que siempre había ambicionado poseer. Desde ese presente, Jan recuerda sus juventud, su largo trayecto como camarero, y el peso de la frase “yo serví al rey de Inglaterra”, la cual pronuncia el maitre de un restaurante en el que trabaja, y que representa la sabiduría de aquel que ha estado cerca del poder. La picaresca personalidad de Jan le otorga cierta unidad y le imprime una cuota de humor a todos los episodios que dividen su vida, conforme se suceden sus empleos, hasta unirse a una ferviente admiradora del régimen nazi y combatiente en las filas del nazismo. De esa manera, observamos su modo irónico de relacionarse con las mujeres, y Menzel decide apostar a la comedia absoluta con escenas como aquella en la que la mujer de Jan imagina estar haciendo el amor con Hitler, mientras lo hace con su marido. Yo serví… se coloca en un lugar que le permite transformar el horror de las épocas más terribles en un festín bastante superficial, gracias a un personaje al que su obstinada ambición económica lo vuelve ciego frente a la evidente tragedia que vivirá Europa. Así como sucede en otras obras de este tipo, como Sunshine de Istvan Szabó, donde la acción sucede en Hungría, en un período más extenso que incluye a su vez el ascenso y derrota del nazismo y el posterior apego al régimen comunista, el punto de vista enfatiza la ceguera de una sociedad ante lo evidente. Sin embargo, si bien Yo serví al rey de Inglaterra apuesta a una diversidad de tonos (podría decirse que uno por cada empleo), esta misma abrumadora mezcla de tonos y contextos, hace que la segunda mitad de la película se vuelva un tanto agobiante, y que el monólogo de Jan frente a sus espejos, en el que expresa la ceguera y la estupidez que lo invadía en aquella época, que lo llevó a enriquecerse con dinero de estampillas confiscadas a los judíos, se vuelva algo monótono, obvio e innecesario. Fuera de ello, se destaca la puesta en escena de Menzel y el delicado humor que recorre gran parte de su metraje, en una película que sabe decir y mostrar desde un costado complejo y conflictivo.
publicado por Leo A.Senderovsky el 22 agosto, 2008

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