Si vais con vuestros hijos al cine a ver ‘Arthur y los Minimoys’ pasaréis una tarde divertida. Eso sí, disfrutadla con el espíritu y los ojos de un niño.

★★★☆☆ Buena

Arthur y los Minimoys

Me ha dicho un pajarito por ahí que en este blog no se critican las películas de animación con el punto de vista adecuado: el de un niño.

Incluso he leído un comentario en una de nuestras entradas en el que una lectora vaticina casi acertadamente que no tenemos churumbeles (algunos sí) por la forma en la que escribíamos sobre la noticia en cuestión.

Puede ser cierto; en primer lugar, por algo evidente: los redactores de este blog ya no somos unos niños, aunque yo particularmente tengo algo de ‘kid-adult’; y, en segundo lugar, porque es tal la avalancha que sufrimos en los últimos años de películas de animación de corte exclusivamente adulto, o de temática entremezclada entre talludita e infantil, o únicamente destinada a niños, que ya uno pierde la perspectiva.

Así que movido por el sano tirón de orejas, me decidí ir a ver ‘Arthur y los Minimoys’ con la intención de ser objetivamente un pequeñín y ponerme en situación. Cubilete grande de palomitas, un par de chocolatinas, una bolsita de gominolas, y una botellita de agua (las bebidas refrescantes de cola me dan gases; qué le voy a hacer, no puedo engañarme tanto).

Y la verdad es que la película, mezcla de imágenes reales y CGI, me ha parecido entretenida, ideal para que la veáis con vuestros hijos (quien los tenga). El argumento facilita mucho las cosas: Justo cuando su abuela (Mia Farrow) está a punto de perder la casa en la que vive, Arthur (Freddie Highmore), un niño de 10 años, recuerda que su abuelo le había hablado de un gran tesoro oculto en la tierra de los Minimoys, un universo de pequeños seres fantásticos que viven en armonía con la naturaleza, un mundo tan lejano y sin embargo tan cercano e invisible al ojo humano.

Decidido a salvar a su abuela, Arthur conseguirá la llave para entrar en él y allí conocerá a la princesa Selenia y a su hermano Betameche. Juntos buscarán el tesoro escondido y deberán enfrentarse al diabólico M, en una aventura trepidante.

Me encanta la estética de videojuego que tiene esta película. Luc Besson y su equipo han conseguido crear para el filme un mundo animado muy cercano a su público de destino, con un look cuidadísimo. Todos los personajes CGI están diseñados con detalle, pero sin ser hiperrealistas, dándoles una personalidad a cada uno de ellos fácilmente reconocible. La princesa Selenia es una preciosidad.

No pude evitar acordarme de ‘Los Diminutos’ en muchas de las escenas que se desarrollan en el fascinante mundo de los Minimoys, lo cual ha sido una virtud porque para mí los recuerdos de esa serie de televisión son absolutamente agradables.

Quizás la decisión de no unir en una misma escena imágenes reales con CGI desconcierta incluso al más pequeño espectador, ya que el cambio de varios planos de animación a otros con actores de carne hueso, sin aparente continuidad, descoloca un poco. Salvo algún que otro desliz argumental, el guión está a buen nivel, manteniendo una tensión aventurera dirigida con claridad a no dejar descanso ni al niño más despistado.

En cuanto a los actores principales, sólo tengo palabras excepcionales sobre Freddie Highmore. Es una máquina de actor, ojalá mantenga esa magia que transmite cuando pase por la adolescencia y llegue a la madurez, porque si es así estaremos ante un crack de la historia del cine; en cuanto a Mia Farrow, siento decir que es prescindible, porque cualquier otra actriz de su misma quinta podría haber hecho este papel.

Como no puedo evitar tener la edad que tengo, los defectos que veo como adulto de esta película son los siguientes: la trama es tan rápida, que no profundiza en los personajes, ni de carne y hueso, ni animados, con lo cual hay veces que se pierde el hilo argumental. El metraje de la película, una hora y media escasa, puede que sea una de las razones de este defecto.

Por otra parte, aunque el filme está destinado a niños entre 4 y 13 años, hay ciertos momentos con un componente sexual incómodo y no muy apropiado para un público infantil (aunque hoy en día la infancia es muy corta).

Con todo lo explicado, puedo decir sin riesgo a equivocarme que si vais con vuestros hijos al cine a ver ‘Arthur y los Minimoys’ pasaréis una tarde divertida. Eso sí, disfrutadla con el espíritu y los ojos de un niño.
publicado por Yul B. el 12 enero, 2007

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