Otto
Cazador, como soy, de rarezas, me gusta a veces zambullirme en el Underground. En este submundo es donde encontramos lo que podríamos llamar subarte, donde tienen cabida rara avis cuyo valor artístico es discutido por muchos, obras a las que se les puede poner infinidad de etiquetas, ya sea bizarre, trash, camp, extreme, gorno, freak, etc. Si bien, lo más lógico es que la misma naturaleza rara y convulsa de estas obras haga que ellas mismas sean enemigas de cualquier lazo que se les eche al cuello.
Así, existen películas que abren y cierran un género, sin más. Ellas mismas son un género, y las únicas representantes de tal género que, de hecho, no existiría como tal sin esa misma película. Por poner un ejemplo: la bizarra Pink flamingos es una joyita sin parangón. Algunos pueden querer encajonarla dentro del genero Basura, Exploitation o Trash pero, en realidad, intentar clasificarla es insultar al talento original, genuino y sanguíneo de su peculiar director. Pink flamingos es del género Pink flamingos, y no hay vuelta de hoja. De la misma manera que la extraordinaria Bad Boy Bubby (Rolf de Heer) es del género Bad Boy Bubby, o la impresionante Irreversible (Gaspar Noé) es género Irreversible.
Todas estas producciones son un canto desesperado en que el autor necesita dar a conocer al mundo su contundente mensaje y no puede hacerlo de otro modo. El autor de este tipo de arte suele ser conocedor de las diferentes técnicas filmográficas, pero ninguna de ellas le sirve para plasmar lo que él necesita gritar a los cuatro vientos. De hecho, importa tanto el grito en sí y su contenido conceptual como el modo de gritar. Me explico, más allá de cualquier contenido o de cualquier moral subyacente, la propia manera de contar las cosas y de rodar una película es ya en estos directores una experiencia chocante, surrealista, extraña, que siempre abre un camino virgen que, en la mayoría de las ocasiones, no es vuelto a visitar por nadie más.
Unos pocos amantes de lo bizarro, damos gracias a esa tesitura de sufrimiento (o gozo) en que una mente única en el mundo dejó su huella inconfundible en el mundo del arte, para escándalo de los ojos puritanos y políticamente correctos.
Pero como sucede en todo y en todas partes, siempre hay oportunistas e imitadores. Y cuando no se tiene técnica, ni talento, ni nada que contar, pero en cambio se sienten unas ganas irrefrenables por saltar a la fama, el modo más rápido de intentarlo es rodar una tontería surrealista, inflada de aire, que dé que hablar a quien se la crea. Y por si aún no ha quedado claro cuál es mi opinión sobre Otto, ¡desde luego los que visitamos regularmente el underground no nos creemos esta película! No nos la creemos en el sentido de que sabemos que está vacía y que sus ínfulas de originalidad son un camelo como una catedral.
Al igual que dije opinando de La posesión de Zulawski, la pretensión de querer ser diferente no garantiza que vayas a serlo. Para empezar, si uno quiere ser bueno en algo tiene que estudiar, conocer las distintas técnicas y, una vez conocidas, determinar cuál de ellas escoger. Quizá entonces, a lo mejor, llegue a ser bueno en eso. En un nivel que va más allá, sólo en el caso de la mente genial, tras estudiar todas las técnicas, el talento desbordado no halla ninguna adecuada a su proyecto y entonces, sólo entonces, debe inventarse una técnica mediante mucho esfuerzo. Esto es, tiene que abrir camino por donde nadie había pasado antes. Esto es lo que hicieron Rolf de Heer, Waters o Lars von Trier, cuyas obras nos dejan una sensación de cortocircuito en nuestro cerebro. Sabemos que nos han transmitido un cúmulo de mensajes o sensaciones grandiosas y terribles como bofetadas, y ningún otro autor antes lo había hecho.
Pero ¡cuidado! Nunca debemos dejarnos embaucar por el neófito pícaro que quiere ahorrarse todo el camino y dice: Toma ya, soy un genio porque he hecho algo más raro que un perro verde.
Vale, pero ¿por qué lo has hecho? Toma, pues para que se hable de mí.
Para acabar, querido lector, ¿cómo saber si una obra de la que te dicen que es bizarra y genial es sólo un bulo?
Si te deja frío, si no entiendes nada, si te aburre, si te parece insoportablemente henchida de pedanterías estudiantiles de primero de carrera, si es ridícula, si es patética, si no te transmite ni calor-frío-pena-irritación-asco-indignación-conocimiento-vergüenza y únicamente sientes que estás perdiendo el tiempo pudiendo hacer cosas mejores… No lo dudes, es una mierda como una catedral.
Gracias a las divinidades pertinentes, el arte underground sabe defenderse por sí solo de estas boñigas e inmediatamente les cierra las puertas de esa gloria fácil que descaradamente buscaban.