Les hablo de gente que no busca el éxito, no les interesa el dinero, hacen lo que pueden movidos por un amor irracional y lo más importante es que seguramente tengan elementos en el cerebro que no terminan de funcionar adecuadamente.

★★★★☆ Muy Buena

Otto

Lo mismo que el arte cinematográfico nos encubre en un complejo submundo de géneros que se ramifican en distintas modalidades y diferentes ambiciones según lo invertido. Porque es hora de dejarnos de romanticismos inocuos, no hablamos de un arte aunque se considere el séptimo. Las películas de estreno masivos y dirigidas a las masas son llanamente una venta con finalidades económicos.

Algunos críticos siguen llorando sobre la muerte de los diálogos inteligentes, de los filmes orientados a dimensiones metafísicas. Los cineastas franceses denominados “La Nouvelle vague” el renacentismo italiano. Lloran a lágrima viva la desaparición de Fellini, Godard, o el bajón de Woody Allen.

 

Buster Keaton, carcajadas sin un gesto

Billy Wilder, cuchillas en la máquina de escribir

Hermanos Marx, contra todo y contra todos

Tod Browning, el rey del escalofrío

Orson Welles, la máxima expresión

Howard Hawks, maestro en todos los géneros

John Ford, épica y poética

Frank Capra y las buenas intenciones

Robert J. Flaherty, ¿para qué la ficción?

Sam Peckinpah y el western crepuscular

Stanley Donen, más allá del musical

John Casavettes, independiente con mayúsculas

Woody Allen; dios, sexo y mujeres en Manhattan

Todos esos maestros tienen mi admiración como no podía ser de otra forma, otra cosa es la maquinaria actual regida por las normas más elementales del Marketing. Ello no impide que tengamos todavía a Clint Eastwood, Hanecke, Scorcese, entre otros en pos de demostrarnos que no todo se encuentra en estado comatoso. Incluso de vez en cuando sale un tipo con tripas en la cámara sorprendiéndonos por su forma de golpear la platea dando la espalda a la gran industria.

Un buen ejemplo sería Mel Gibson con su Jesucristo echo a base de tortura física o esa Apocalipto recuperadora de una forma esencial de las aventuras sin coreografiás a base del digital, saboreando la suciedad en cada escena de auténticas luchas rodadas con el estomago.

Todos esos escritores se dedican a alabar a maestros ya reconocidos, otros simplemente solo se adhieren a la moda del momento o al siguiente taquillazo que se intenta promocionar. ¿Pero que pasa fuera del convencionalismo? ¿Que ocurre cuando no se involucran poderosas firmas en el negocio o no se cuentan con estrellas de relumbron? ¿Quien se encarga de intentar dar a conocer lo que se rueda entre amigos? Seguramente dentro de lo llamado Underground, Bizarro, o el extremismo ya sea en imágenes o discurso nunca logrará aupar a sus creadores. (Ya se el ejemplo de Peter Jackson pero eso son casos aislados, además el neozelandes ambicionaba su posición actual, otros no les interesa en absoluto entrar en la primera división).

La mayoría de directores, actores, dedicados por definirlo de alguna manera al celuloide maldito suelen distribuir en festivales de mala muerte, algunas copias que duran un par de días en estanterías de video-clubs casposos o se pasan en algún canal por cable en media madrugada solo para rellenar programación. Los críticos o historiadores cinematográficos obvian su existencia, el espectador que las ve por accidente suele intentar el suicidio. Les hablo de gente que no busca el éxito, no les interesa el dinero, hacen lo que pueden movidos por un amor irracional y lo más importante es que seguramente tengan elementos en el cerebro que no terminan de funcionar adecuadamente. Esa bendita locura que regala a seres extraños cómo el que escribe está jodida parrafada sin saber bien el motivo, bueno tengo uno bien claro. Hablarles de uno de estos filmes subterráneos que sólo podrán leer de él en antros cómo mi blog o del amigo David Gore que me la recomendó.

Otto es carne de olvido o mejor dicho seguramente condenadas incluso antes del rodaje a la ignorancia. Permitanme repetirlo “IGNORANCIA”.

Tenemos que ser cuatro desgraciados aficionados o blogs de medio pelo los que demos a conocer propuestas oscuras, desgarradoras, llenas de imaginación. Olvídense de cinemania, fotogramas e idénticas, ninguna de ellas les apetece mirar al infierno de unos productos que también tienen un esfuerzo titanico.

Bruce la Bruce se dedica al cine homosexual para adultos y debuta dentro de lo convencional a medias claro. Con actores dedicados al mismo negocio que su director o directamente amateurs se construye un carrusel de puchedumbre, muerte y pura pornografia. Una puerta al infierno llena de diálogos deformes y protagonizada por un zombie que además de comer carne humana se traga los bajos de sus victimas con un gran apetito sexual.

No solo de pornografía explicita se compone el largometraje del autor de Hustler White se atreve a ironizar sobre aspectos políticos del panorama actual, disparar sobre algunas asociaciones Gays que confunden la libertad de expresión con el mal gusto y la gratuita perversión en pos de una libertad que solo la quieren para sus usos egoístas.

Sin embargo Otto no se olvida del gore extremo, la violencia tildada en una fotografía granulosa testigo de los exiguos medios que le da un aire documental realmente apreciable en sus escenas más crudas que sorprendente mente disponen de un buen maquillaje, también se agradece una entonada banda sonora. Incluso los intérpretes “No profesionales la mayoría” cumplen siempre desde unos parámetros caricaturescos que les permiten el derroche facial en sobreactuaciones que no desentonan con el conjunto que al fin y al cabo es extremo en toda su concepción.

Otto es un cóctel de angustia adolescente, sangre, enfermedad deudora de la radicalidad de los 70 u 80. El protagonista no disfruta con la carne humana, su relación con su novio finaliza trágicamente, odia a los humanos que le miran por encima del hombro, denunciando de está forma el discurrir de nuestros días infectados en designios de ambición dirigiéndonos encorsetados en una falsa felicidad que nos impide respirar la libertad. Todo eso y mucho más nos expone este producto al que sólo se le puede acercar los comensales del Frikismo más alocado. Por ejemplo el nombramiento de un equipo de zombies gays dispuestos a acabar con todos los heterosexuales. Verla para creerla y desde luego no se le puede pedir una narración convencional ni un guión coherente, ya que este cine hace de la incoherencia su máxima expresión.

Un crítico serio seguramente intentaría prender fuego a la cinta, en fin ellos se lo pierden. De vez en cuando mola pasar de la seriedad y adentrarnos en el mundo de la locura y simplemente dejarse llevar en la experiencia.

Lo mejor: Su argumento simplemente una genialidad llena de demencia.
Lo peor: Evidentemente su narración no es del todo clara y algunos tecnicismos no están logrados.
publicado por Andrés Pons el 1 febrero, 2010

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