A veces sucede. Es como cuando alguien encuentra una perla dentro de una ostra o un trébol de cuatro hojas. En este caso, el ávido buscador de buenas historias, abre la precintadísima caja de un DVD y se encuentra un tesoro.

★★★★★ Excelente

Ciudad de Dios

A veces sucede. Es como cuando alguien encuentra una perla dentro de una ostra o un trébol de cuatro hojas. En este caso, el ávido buscador de buenas historias, abre la precintadísima caja de un DVD y se encuentra un tesoro. Un guión fantástico, personajes que convivirán en la memoria del espectador, junto con otros anteriormente recopilados, mucho tiempo y un estilo visual distinto que sirve de perfecto vehículo a lo que el director pretende transmitir. Por recomendación expresa de Carlos, he encontrado uno de esos tesoros. Viene de la mano del brasileño Fernando Meirelles, es un cofre repleto de sueños, traiciones, vidas que se tuercen, se enderezan o se truncan y un retrato profundamente sentido de una sociedad y se llama “Ciudad de Dios”.

Ciudad de Dios es una favela de Brasil donde sobrevive la clase más baja de la sociedad. El tráfico de drogas, los trapicheos, los atracos, las armas y las muertes violentas campan a sus anchas sin que la policía se atreva a intervenir. En este infierno terrestre crece Buscapé, un chaval con una conciencia que supera infinitamente la media de su barrio que intenta llegar a la vida adulta manteniéndose al margen de la delincuencia, algo bastante difícil cuando es prácticamente el único modelo en el que puedes fijarte a tu alrededor.

Buscapé quiere ser fotógrafo, probablemente porque su analítica mirada se detiene inquisitivamente en todo lo que le rodea, la belleza, la crueldad, la avaricia, la nobleza o la estupidez de cuanta gente se coloca delante de sus ojos. A través de su mirada y de su memoria, Buscapé nos guiará por la historia de su barrio, el ascenso y la caída de los diversos personajes que intentaron hacerse dueños de Ciudad de Dios, por las traiciones, las alianzas y los amores de seres humanos condenados a subsistir en un purgatorio enmarcado entre polvo y sol.

Me atrapan enseguida las historias de pandillas, pero se encuentran pocas tan bien puestas en imágenes como ésta y situadas en un universo tan auténtico e inhóspito. “Cuenta conmigo”, “Sleepers” o la increíble “Mystic river” también parten de un grupo reducido de personajes que asimilamos y hacemos nuestros desde el principio y sin embargo “Ciudad de Dios” consiguió meterme en ese paupérrimo universo como pocas películas consiguieron hacerlo.

Meirelles planta la cámara en medio del alma de cada personaje y deja que sean los protagonistas los que llevan la historia, casi como si estuviésemos viendo un documental y a pesar de todo, el montaje es excepcional. Prueba de ello es la fiesta de despedida de uno de los personajes, un batiburrillo de gente en una enorme extensión donde la cámara vaga de uno a otro lado uniendo los hilos de actuación de cada persona que participará en un desenlace fatal. Las imágenes se van acelerando a medida que se acercan al climax y nosotros nos vemos inmersos en esa caída sin frenos hasta que todo se resuelve entre imágenes estroboscópicas donde se adivina mucho más de lo que se ve. Una planificación de la secuencia sencillamente perfecta.

Pocas veces volveremos a encontrar tanta violencia y vileza narradas con una dosis tan elevada de ternura y mimo. Las paradojas de este estilo, del mismo modo que los tesoros escondidos, aparecen muy de cuando en cuando. No está mal el aprovecharlos.

Lo mejor: Una historia muy bien protagonizada, fantásticamente narrada y con un montaje excepcional.
Lo peor: El desaliento que provoca asistir a algo que puede estar sucediendo cada día.
publicado por Heitor Pan el 16 noviembre, 2008

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