Shootem up
¿Sabes esa sensación en la boa del estómago cuando sales del cine? ¿Esa que te da ganas de coger un bazoca y matar a medio mundo? ¿La euforia cuando acabaste de ver por primera vez Matrix? ¿La extrema satisfacción tras 300? Más o menos es la impresión que deja ver Shoot’em Up!.
Tras hora y pico en que sólo ves tiros y muertes de formas estrambóticas y con coreografías imposibles te das cuenta de que aunque las piezas no cuadran del todo no te importa ya que has liberado tanta adrenalina como si hubieses luchado por reconquistar Troya. Es por eso que tardas un rato en darte cuenta de que no hay guión. No quiero decir que sea malo, si no que es inexistente. A lo sumo una docena de páginas pueden completar las líneas pronunciadas en la pantalla (y si quitamos los tacos y maldiciones se quedan en no más de cinco).
Y entonces te percatas de que es normal porque el argumento es pueril y básico. El Sr. Smith que sufre de cabreo perpetuo se entromete en un tiroteo ajeno para salvar a una mujer embarazada. Acaba “heredando” el bebé y perseguido por matones sin saber el motivo. Lo curioso es que creo que a ningún espectador le importa el motivo de la persecución y violencia para conseguir al niño mientras sigan muriendo en la pantalla a media de treinta hombres mínimo por tiroteo. En su camino la “niñera eventual” y de malo malísimo. Los personajes no son más que arquetipos exagerados y por eso su simplicidad les hace brillantes y comprensibles sin la necesidad de meterte en sus motivaciones.
De la cinta se ha dicho que es el vehículo para el lucimiento personal de Clive Owen que es el único actor con suficiente cara dura como para pasear comiendo zanahorias y continuar pegando tiros incluso en pleno acto sexual y no parecer ridículo. No imagino a otro actor de rictus serio y acento británico haciendo lo que hace Clive. En el lado de los malos Paul Giamatti que es tachado de gran actor aunque por el momento yo lo considero efectivo y solvente: si tiene que hacer reír lo consigue y si tiene que ser malo lo parece. Y como no la nota “sexual” (que no sensual) de la mano de la italiana universal: Monica Bellucci.
Sólo dura 86 minutos por lo que es imposible que se haga larga ya que no hay descansos entre una escena de acción y la siguiente, muy al estilo de John Woo.