Hostel 2
Pocas películas de los últimos años han sido tan amadas y defenestradas como Hostel (2006), la segunda cinta del protegido de Tarantino, Eli Roth. Los más benévolos la calificaron como burdamente explotativa, misógina y xenófoba, cosa que sorprende mucho en estos tiempos en los que tan fácilmente se entroniza la caspa de los años setenta (quizás es que solamente queremos este tipo de cintas como algo ya pasado pero no tenemos el valor de aceptar su existencia hoy en día). Sin embargo, no fuimos pocos los que pensamos que Hostel fue una de las mejores apuestas del cine de terror del año pasado, una en la que lo esencial no era la cantidad de vísceras y hemoglobina liberada en pantalla, sino lo que quería decir con esa violencia particular, la exposición de un sub-mundo de abandono y depredaciones que se escondía tras la apariencia de lo más refinado de la “civilización” occidental, además de un negro descojono realizado con mucha mala uva. Ese hostal eslovaco donde los ricachones pagaban para torturar jovencitos secuestrados es, al menos temáticamente, el equivalente de nuestra época a lo que fue en su momento el slasher rural setentero, puteado hoy en día hasta el hartazgo.Pero incluso muchos de los amamos la película estábamos de acuerdo en que si algo no necesitaba era una segunda parte. Dadas las condiciones particulares de la historia, parecía imposible que Eli Roth pudiese sacarse de la manga una secuela digna. Con esta idea entré en la sala de cine, y francamente no podía estar más equivocado. Hostel 2 (2007) no solamente satisface las expectativas de todos aquellos que disfrutamos con la primera parte, sino que reúne méritos propios para agradar incluso a los que la crucificaron.
No hay muchas sorpresas en cuanto al argumento, ya que el esquema se repite en gran medida: en vez de un trío de chicos, esta vez las víctimas del hostal eslovaco son tres chicas americanas estudiantes de arte que se ven arrastradas a un supuesto balneario donde serán las piezas de diversión para un grupo de millonarios ansiosos de torturas. La diferencia radica en que, en esta oportunidad, la historia también nos será mostrada desde el punto de visto de los sádicos participantes del “Elite Hunting”, especialmente dos millonarios americanos que viajan a Europa del Este dispuesto a pasar al “siguiente nivel”. Es este giro argumental el que otorga a la película una mirada de la que su predecesora carecía, y que aparte de hondar en ese decadente mundo de sadismo de armario, lleva a la cinta a terrenos completamente nuevos. El homenaje al cine europeo de terror no podía ser más evidente, no sólo en cuanto a determinadas secuencias que reproducen la obra del género explotativo del Viejo Mundo, sino a través de la presencia de antiguas estrellas de la caspoteca europea como Luc Merenda y la diva Edwige Fenech, además de la aparición sorpresiva y nada disimulada de Ruggero Deodato (director de Holocausto Canibal (1980), otra de esas películas amadas/odiadas) en el que probablemente sea el mejor cameo de este año.
Todos los demás elementos de la primera parte están ahí, desde los cada vez más estrambóticos métodos de tortura (atención al homenaje a la condesa Elizabeth Bathory) hasta esa pandilla de niños chungos con los que nadie desearía encontrarse. Pero sobre todo lo que sigue estando presente es ese desparpajo ante la violencia que Eli Roth ya había mostrado en sus anteriores películas. A diferencia de lo que estamos acostumbrados a ver, la charcutería en esta historia es entrañable por el constante juego que se hace de ella. Además (y eso es algo definitivamente no tan común) es bueno ver que la violencia en una película no es un adorno metido con calzador y destinado al disfrute del sector menos privilegiado (intelectualmente al menos) de la sala sino que es parte integral de la historia y del estilo de aquello que se desea contar. Quizás sea eso lo que diferencie a Hostel y a su secuela de las cientos de cintas de tortura/psicópatas que hemos tenido que soportar en los últimos años. Mi única conclusión es que aquellos que hayan disfrutado con la primera parte tienen mil razones para no dejar escapar esta cinta, pero por otro lado, aquellos que la hayan odiado deberían también acercarse y comprobar que con Roth tenemos a un tipo que sabe lo que hace y que, más pronto de lo que creemos, podría sorprendernos con una gran obra.