The Queen
Stephen Frears, antaño cronista feroz del capitalismo salvaje que fomentó la primera ministra Margareth Thatcher durante los años 80 en Inglaterra, con títulos como “Mi hermosa lavandería” o “Samy y Rose se lo montan”, vuelve con este telefilm de lujo que es “La reina”.Una crónica de la semana negra, los seis días que hicieron tambalear a la realeza británica, que se desencadenó con la muerte de la popular princesa Diana, el 31 de agosto de 1997. Y Stephen Frears, como el primer ministro Tony Blair (Michael Sheen), laboralista, presentado en primera instancia como reformador y modernizador del gobierno inglés, casi acaba converiéndose en el fan número, no de Lady Di, sinó de esta altiva, elegante y señorial Isabel II, que tan bien interpreta Helen Mirren.
Discreción y dignidad.
Sin embargo, más que admirador de la monárquica, y a pesar que muestra con simpatía, y en cierta manera entrañables, a las criaturas que la conforman como el príncipe Carlos (Alex Jennings), el príncipe Felipe, esposo de la reina (James Cromwell) o la reina madre (Sylvia Syms), Stephen Frears parece divertirse de lo lindo en esta recreación de un hecho histórico que puso en jaque, ante su propio pueblo, a la realeza.
Con una Isabel II educada en formas ya caducas y alejada totalmente del sentir y las formas de pensar de su gente. Que desea actuar con “discreción y dignidad”, sin expresar públicamente ni duelo por el fallecimiento de la que fue su nuera, y sin disimular, en la intimidad y con “discreción”, el odio que le tenía. Pero que no tendrá más remedio que ceder a las peticiones de los ciudadanos, a las presiones de los medios de comunicación y a los consejos del primer ministro Tony Blair, para mostrar su, para nada sentido, duelo por la muerte de Diana en público.
“¡Ese imbécil de Blair! Y además, tu té se ha enfríado”, le exclama su marido, de espaldas a la realidad, refugiado, con toda la parentela, en la residencia de verano de Balmoral, dedicándose a la caza y a tomar infusiones. Ejemplo de uno de los pilares de una vetusta institución casi milenaria, o un símbolo aún necesario para el fortalezimiento de una nación, según como se mire.
Duelo de popularidad.
Al funeral de la llorada Lady Di acudirán dos millones de personas y, en primera linea, nombres como Elton John, Steven Spielberg, Tom Cruise, Nicole Kidman o Tom Hanks. Y la ceremonia fue seguida, en una reacción espontánea, por millones y millones de espectadores en todo el mundo. Un poder de convocatoria, y una popularidad, inimaginable para la familia real.
Ante lo que se avecina, incluso la reina llegará a identificarse con un elegante venado con un cuerno de 14 astas, tan majestuoso como único en su especie, quizás destinado a extingirse pronto. Mientras los miembros del nuevo partido laboralista reformado al poder los califica de “gorrones” que cuestan millones de libras a los contribuyentes.
Impagables las escenas con Cherie Blair (Helen McCrory), la esposa del primer ministro, mordaz y antimonárquica radical, por ejemplo, en la visita a la reina, con poses de reverencia y miradas de respeto tan forzadas e irónicas, como patosas, mientras Isabel II la contempla con cierto desprecio pero, eso sí, manteniendo la “dignidad”.
Por lo demás, la realización de Stephen Frears es absolutamente plana, apoyándose en el guión y en el buen trabajo de sus actores. “La reina” servirá para reavivar el debate sobre la necesidad de la monarquía, y sobre las personalidades de Isabel II, reina “digna y discreta” en su rancia jerarquía; y Lady Di, la “princesa del pueblo” con gancho para un mundo necesitado de ídolos.