Himalaya
“Himalaya” no sólo es un western en el que no se pega ni un sólo tiro sino que, además, su acción transcurre a unos cinco o seis mil metros de altitud. Nada menos. ¿Extraño? Quizá. Pero si Sam Peckimpah rodó su modélica “Duelo en la Alta Sierra”, a ver por que Eric Valli, a pesar de su paradójico apellido, no iba a poder filmar esta montañosa historia iniciática, de supervivencia, superación y redención.Vaya por delante que la película se titulaba originalmente “El aprendizaje de un jefe” y que, quizá por la arraigada tradición montañera hispana, nuestro distribuidor decidió darle un nombre tan genérico como “Himalaya”.
Estamos ante una película que, partiendo de un arquetipo tan clásico como el del héroe muerto y la lucha por el liderazgo, nos muestra, con la precisión y el detalle de un documental del National Geographic, la dura vida de los habitantes de un pueblo ignoto en mitad del Karakorum.
Se nos muestran los ritos funerarios de la comunidad, los acertijos y adivinanzas que utilizan los sacerdotes para decidir cuándo es el día propicio para la partida de una caravana, los preparativos de ésta, se nos enseña el interior de las casas, las vestimentas, los artilugios de uso cotidiano, etc.
Y, luego, los personajes. El padre afligido por la muerte del hijo, el nuevo héroe, la viuda, el pequeño huérfano o el hijo pródigo protagonizarán toda una serie de situaciones que entroncan con el clasicismo griego, con la novela medieval de caballerías y, por supuesto, con el western; no en vano, de lo que se trata en “Himalaya” es de conducir una caravana a través de situaciones extremas, reproduciéndose muchas de las experiencias que Howard Hawks nos contara en su “Río rojo”.
La lástima es que Valli no tenga el pulso narrativo de Hawks y que la caravana tarde tanto en arrancar porque la película es correcta, las situaciones por las que pasan los personajes, aún siendo previsibles, están muy bien resueltas y, en general, “Himalaya” se deja ver con agrado.