El Gladiador pone a veces unos ojos de sentimiento tan hondo y profundo que uno se pasa la función esperando que aparezcan unos centuriones furibundos y le maten a la mujer y al hijo.

★★☆☆☆ Mediocre

Un buen año

Me consta que los que escribimos de cine parecemos una panda de amargados, que siempre vemos el vaso medio vacío, y que cuando todo el mundo se lo pasa bien sentimos la obligación de sacar los pies del plato y de buscarle tres pies al gato. Yo hago lo que puedo por hablar de cine como un espectador de la calle, como uno de esos a los que se les pide consejo como a un amigo. Procuro dejar de lado, sobre todo, la tontería del verismo, el cine es ficción. Aún así hay productos que no puedo con ellos por mucho que me esfuerzo. “Un buen año” es un ejemplo.

Un broker londinense sin escrúpulos, que colecciona los insultos que le envían como triunfos, hereda un viñedo de su tío en la Provenza, y tiene que viajar hasta allí para venderlo. La casa y la plantación están para él llenos recuerdos, pero son otras dos razones las que lo retienen. Aparece una hija ilegítima en busca de su identidad que podría reclamar sus derechos, y, en segundo lugar, conoce a una mujer del lugar que lo enamora a primera vista.

El contraste vida urbana estresada – vida rural es muy bonito si no fuera porque lo han trillado cientos de películas antes, y con mucho más contenido. El personaje del broker desalmado hubiera hecho las delicias de muchos directores más observadores, a Scott le sirve para soltar un par de frases asperas sin la más remota relación con la gracia. El futuro que le espera al protagonista en su agencia de bolsa está representada por el jefe exasperado y obsesionado con su Van Gogh que no puede ver por las medidas de seguridad. Resultaba mucho más gráfico el jefe de “Crueldad intolerable”, de los Coen, entubado y lleno de cables. Son secundarios muy útiles para que tengamos claro cual es la mejor elección que puede hacer el protatonista.

La hija ilegitima está en la película para que veamos un rasgo del corazón del broker, si bien no deja de ser un rasgo innecesario, o peor aún, inconexo.

Uno de los personajes de la película, el tío, dice que sabe el truco de la comedia “el truco está en el ritmo”. Puede que el tío lo sepa, pero el director desde luego que no. Más que un agilidad, lo que imprime es una especie de ritmo espasmódico.

Aunque no voy al cine a ver lo que hacen los actores, suelo agradecerles que no me estropeen la historia con sus muecas. No debían haber contratado a Rusell Crowe para una comedia, el Gladiador pone a veces unos ojos de sentimiento tan hondo y profundo que uno se pasa la función esperando que aparezcan unos centuriones furibundos y le maten a la mujer y al hijo.
publicado por Jose Contreras el 6 noviembre, 2006

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