12
Nikita Mikhalkov regresa al cine con esta nueva versión de Doce hombres sin piedad, aquella ópera prima de Sydney Lumet, adaptada de la obra teatral de Reginald Rose, y reversionada cuarenta años después en una película para televisión, protagonizada por Jack Lemmon y George C. Scott. Mikhalkov traslada el debate del jurado a un crimen similar pero situado en pleno conflicto entre rusos y chechenos, con resultados dispares. Por empezar, 12 se beneficia de un inteligente trabajo visual, con una muy rica secuencia inicial, y flashbacks muy logrados. Mikhalkov adapta simétricamente la estructura y algunos elementos secundarios de la obra original, y construye unos personajes cargados de matices, enfocándose en el perfil racista e intolerante de uno de los miembros del jurado, quien más instala en la mesa del jurado la pugna actual entre rusos e inmigrantes. Los doce miembros, lejos del perfil original, se muestran más exacerbados, virulentos y llenos de humor a la hora de exponer sus maleables posturas con respecto al crimen.
Los flashbacks, si bien se encuentran integrados al planteo central, frecuentemente sirven para escarbar en la realidad rusa, y en ese sentido, tienden a distanciarse de la compacta puesta que caracterizaba a las versiones anteriores. Muestra de ello es la diferencia en la duración de esta versión con respecto a las anteriores (dos horas y media, contra hora y media de aquellas). El abordaje político funciona más en el espacio donde debate el jurado que en las escenas que rodean el crimen supuestamente cometido por el joven checheno, y la duración de esta película tiende a acentuar la intencionalidad política de Mikhalkov a la hora de trasladar la compleja y maravillosa discusión. De esa manera, la versión de Mikhalkov posee elementos muy interesantes, pero carece de la fuerza narrativa de sus anteriores versiones, que radicaba en su brevedad y su preferencia por el espacio del jurado como escenario cuasi único en el desarrollo de la situación.