Extraordinaria narración, prosaica y poética a la vez, en la que fantasía y realidad forman un todo en función del cual se explica el porqué de una tragedia, sin justificaciones ni moralinas superfluas.

★★★★☆ Muy Buena

Criaturas celestiales

Cuando el cine se inspira en hechos reales es frecuente que el producto tome un cariz esquemático y simplista que hace que la representación se limite a una narración que enfatiza los aspectos sensibleros o morbosos en detrimento de la penetración y reflexión sobre unos hechos de extraordinaria brutalidad, lo cual sería el objetivo más elevado en una creación de artística que aspira -o al menos, debería hacerlo – a arrojar algo de luz sobre los aspectos incomprensibles de la conducta humana. En “Criaturas celestiales”, Peter Jackson da toda una lección de cine y de esfuerzo en la que es, sin duda, su mejor creación.

Los tormentos y la inocencia de la pulsión adolescente se exponen mediante dos almas femeninas dotadas de una caracterización a caballo entre lo verosímil y lo idílico, entre la ternura y lo siniestro, en un relato descriptivo de una relación y de una progresiva obsesión amorosa entre dos almas que eclosionan a causa de sus peculiaridades y sus anhelos de libertad, los cuales chocan contra la moral puritana de la sociedad neozelandesa de los años 50. El notable ritmo visual, al igual que una expresividad sobria y bastante desprovista de artificios exagerados, resultan en una fluidez narrativa que cohesiona los tonos y temas con enorme versatilidad: el misterio del amor y el sexo, los conflictos generacionales, la imaginación como vía para sublimar o subyugar la cruda realidad, el tono sarcástico con el que a menudo se representa a los adultos frente a una desnuda mirada sobre la adolescencia y su vulnerabilidad, la magia de la fantasía frente al siniestro deseo de matar con el objeto de lograr la libertad de actos y de pensamientos. La vida como literatura y la literatura como método para idealizar la propia vida. Historia desgarradora sobre dos almas geniales e hipersensibles que degeneran hacia un acto criminal y macabro precisamente para que la magia no termine nunca, el fuego de la amistad y el amor eternos, o mejor dicho, esa fantasía y esperanza púber que sueña con una vida superior a pesar de la amenaza del mundo adulto.

Peter Jackson no cede y culmina su relato sin maniqueísmos ni ínfulas facilonas de ningún tipo, sin utilizar otras palabras que las de la propia imagen de dos almas que sufren el temor a la pérdida y a la separación, simbolizado con una despedida obligada tras cometer un acto que las condenará para siempre. Nos sorprende cuando oímos noticias sobre hijos que asesinan a sus padres, y tendemos a simplificar recurriendo a explicaciones como la maldad o la locura. El cine, en este caso, nos expresa la dimensión contradictoria de la condición humana, la complejidad que surge cuando los sentimientos chocan contra la razón, y las ideologías contra las ideas o sueños de mentes inmaduras; de cómo la magia y la fantasía, y el amor y la amistad (las dimensiones luminosas de la vida) pueden llevarnos hasta los rincones más siniestros de la existencia. Somos ángeles y demonios, “Criaturas celestiales” , tan vulnerables, que terminan forjando su propio infierno por querer ganar el cielo.

Extraordinaria narración, prosaica y poética a la vez, en la que fantasía y realidad forman un todo en función del cual se explica el porqué de una tragedia, sin justificaciones ni moralinas superfluas.
publicado por José A. Peig el 24 agosto, 2007

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