La oreja

Una de nuestras secciones favoritas, ya lo fue el año pasado, del festival de cine europeo de Sevilla es Hacia otra historia del cine europeo. Se trata de una retrospectiva de películas restauradas donde, como dice el título de la sección, se da una visión particular de la historia del cine. En el certamen de este año se proyectan cintas que fueron censuradas o ignoradas en su día por motivos políticos o por mala o nula distribución. Es el caso de La oreja del director checo Karel Kachyna. Prohibida cuando se estrenó en 1970 por el gobierno comunista prosoviético de Checoslovaquia, solo pudo ser estrenada en 1989 tras la caída del muro de Berlín y, posteriormente, formó parte de la sección oficial del festival de Cannes en 1990.
La trama de La oreja transcurre a lo largo de una noche después de una fiesta del partido. El matrimonio formado por el alto funcionario comunista Ludvik (Radoslav Brzobohatý) y por la alcohólica Anna (Jirina Bohdalová, ambos pareja en la vida real) regresan a su casa después de la fiesta y se dan cuenta de que sus llaves han desaparecido, de que han cortado la luz y el teléfono y de que alguien les espía desde un automóvil al otro lado de la calle. La noticia de que han arrestado a un ministro del partido les hace ponerse en lo peor: temen que el próximo que caiga sea Ludvik…
Planteada como un diálogo a dos, la cinta, en su mayor parte a oscuras, como oscuros son los tiempos en los que viven, discurre mientras Ludvik intenta deshacerse de todos los documentos que puedan comprometerle al tiempo que tiene que soportar reproches de lo más ácidos y punzantes por parte de Anna. La sospecha de que la policía del partido los escucha (de ahí el título de la película) flota en el sórdido ambiente en el que también se tambalea el matrimonio.
El director gestiona el rodaje con una puesta en escena a base de contrapicados para subrayar aún más la tensión; y de insertos en flashbacks de tan solo unas horas antes, durante la fiesta, donde Ludvik recuerda ciertas conversaciones con miembros del partido, que no hacen si no acrecentar aún más las sospechas de que está a punto de ser purgado. De estas secuencias destacan los planos y contraplanos con miradas a la cámara, como si fuera el objetivo de un Yasujiro Ozu erguido.
Angustiosa, incómoda, oscura, la propuesta de Karel Kachyna, demasiado osada en su tiempo como para pasar desapercibida. De hecho, tuvieron que transcurrir dos décadas para que finalmente pudiera ser vista. La vida real finalmente se confundió y superó a la ficción: Kachyna, como Ludvik, fue perseguido y censurado por el partido.