Flee

Mediado el Festival de Cine Europeo de Sevilla, tuvimos la suerte de asistir ayer a la mejor película vista hasta el momento. Un documental que compite en la sección “Nuevas Olas” y en la “EFA” (European Film Academy), del director danés Jonas Poher Rasmussen que presentó la joven productora del filme. La cineasta dijo haber trabajado codo con codo con el realizador y avisó al público presente en la sala de lo poco corriente que era la cinta al tratarse de un documental en su mayor parte animado.
La razón por la cual se decidió por la animación fue, entre otras cosas, la de proporcionar una «máscara» al protagonista y a su familia, todos ellos refugiados afganos que pondrían en peligro sus permisos de ciudadanía, y correrían el riesgo de ser deportados a Afganistán si se conocieran sus identidades. La productora también reconoció que los últimos acontecimientos acaecidos en aquel país le han dado, si cabe, un mayor punto de interés al relato. Un filme que utiliza insertos de imágenes reales de la época en la que suceden los hechos narrados por Amin, nombre falso del protagonista aunque su voz sea verdadera.
Todo el largometraje es un testimonio sobrecogedor de la huida de un país en guerra por parte de una familia que ya ha perdido al padre, desaparecido en la época del régimen comunista afgano y la guerra entre los talibanes y la Unión Soviética. El calvario de la llegada como refugiados a Moscú, las penurias de la vida en un país descompuesto por la caída del régimen comunista, la corrupción de la policía, «mucho peores que los traficantes de seres humanos», y el intento, varias veces, de salir de Rusia, son los hechos que se narran en la cinta.
Destacan, por su crudeza, el relato de la huida de las hermanas de Amín dentro de un contenedor por el mar Báltico, y el del protagonista junto a su madre en un pesquero que se hunde ante las miradas de los turistas. También el arresto de Amín y su hermano por la policía rusa, o el trayecto a través del bosque y la nieve de toda la familia, junto a otros refugiados, en manos de traficantes sin escrúpulos capaces de matar a los que no aguantan el ritmo y se quedan atrás.
La sinceridad de Amín al reconocer la vergüenza que sentía por su condición de refugiado ⸺y de homosexual en una familia árabe, con todo lo que eso significa⸺, le da aún mayor fuerza a un relato que reparte reproches por todos lados: a los reporteros que después de hacer su trabajo vuelven a casa sin solucionar nada, o a los turistas que ven la desgracia ajena como un circo al que hacer fotografías.
Flee (huir en inglés) es, por tanto, una historia encubierta pero real, que Rasmussen hace extensible a todos los refugiados cuando la desazón y la angustia del testimonio deforman los dibujos animados y su colorido para transformarlos en trazos monocromáticos expresivos. Figuras humanas concretas se convierten en sombras anónimas sin identidad, en siluetas distorsionadas por el miedo que proclaman a gritos su sufrimiento.