El pico

El Pico podría ser el techo del alma del cine quinqui y nadie mostraría ninguna oposición. Es, junto a “Colegas” y “La estanquera de Vallecas” una de las mejores películas de Eloy De La Iglesia y cuenta con una de las mejores interpretaciones de José Luis Manzano, actor fetiche del director y de todo el género. Uno y otro son iconos del cine español, no por su buen hacer como director y actor, sino porque supieron crear, en compañía de otros, un movimiento cinematográfico propio en la década que transcurrió entre 1976 y 1987. Ellos dos son la esencia de este cine, su corazón, y no hay carencias profesionales que vayan a cambiar eso.
Esta película es una representante diferente del cine quinqui con una pequeña gran vuelta de tuerca en la que los protagonistas no son los delincuentes al uso del resto de películas del género, no son jóvenes arrastrados a cometer delitos debido a la humildad de sus familias o al lugar en el que han nacido, lo son por culpa del caballo, ese terror que sembró de muertos vivientes las calles de todo el país en la década de los años ochenta y convirtió a miles de jóvenes en desesperados ladrones en busca de un pico más que les diera media hora de bienestar o les quitara quince minutos de mono.
El guión de Gonzalo Goicoechea destaca en una producción con las pertinentes carencias técnicas que toda buena película quinqui debe tener. Entre éstas sobresalen con descaro el sonido y la música, el primero, al sustituir por completo el sonido ambiente por un doblaje terrorífico (algo demasiado usual en muchas películas de esos años) y la segunda al ser más de feria de pueblo que de película dramática. Es muy gracioso escuchar ese ni no ni ni en alguna de las partes más duras de la película, y genera un poco de vergüenza ajena también. Por lo demás, estamos ante una película cruda, directa y atrevida en la que la heroína es la protagonista principal, siendo el resto del elenco meros dependientes de ella a través de sus devastadores consecuencias, sus inconscientes camellos y los desesperados familiares de sus perjudicados. Es la heroína la que une democráticamente a niñatos con toda la vida por delante y oficinistas con ansias de evasión, a ricos y a pobres, a felices e infelices, una heroína que a través de sus perversos tentáculos convierte a ésta en una película de alianzas, las de Paco, el protagonista, con su padre comandante de la guardia civil y su madre enferma de cáncer, con el “maricón” Quique San Francisco, y con su amigo Urko, hijo de un político de la izquierda abertzale obligado a entenderse con el guardia civil para rescatar juntos a sus dos hijos del abismo.
Pero la heroína no fue sólo la protagonista en la ficción, también corrió a sus anchas por el set de rodaje acabando con la vida de muchos de los miembros del equipo: Javier García, El Pirri, Lali Espinet, el propio José Luis Manzano, Pedro Nieva… Quede este durísimo testimonio tanto en la ficción como en la vida real como estigma del golpe devastador que sufrió nuestra sociedad en aquellos difíciles años ochenta.