Diamante de Sangre es uno de tantos films que se valen de un teórico deseo de concienciación y denuncia como mera excusa para ofrecer un sinfín de tiroteos y escenas de acción.

★☆☆☆☆ Pésima

Diamante de sangre

En los últimos años el cine parece haber recuperado una conciencia social que había perdido hacía bastante tiempo, y afortunadamente cada vez son más las películas comprometidas o que llevan al gran público hechos olvidados o pocos conocidos. Y si hay una región de la tierra que los seres humanos hemos tenido históricamente apartada y olvidada, y en buena parte seguimos haciéndolo, es el continente negro, África. Todo lo que ha afectado a África, desde las brutalidades cometidas durante el dominio europeo hasta los conflictos provocados por la falta de previsión del reparto post-colonial, han quedado en un segundo plano para acabar en el olvido.

Edward Zwick rescata de ese olvido la guerra civil que sacudió a Sierra Leona hace menos de una década, y lo hace a través de uno de los protagonistas del conflicto, el tráfico ilegal de diamantes. Danny Archer (Leonardo DiCaprio) es un mercenario y traficante de diamantes que trabaja para una gran multinacional. Solomon Vandy (Djimon Hounsou) es un pacífico pescador forzado a trabajar en las minas de los rebeldes, donde encuentra y esconde un gran diamante. Con la ayuda de una periodista, Maddy Bowen (Jennifer Connelly), ambos iniciarán una huida para recuperar la preciada piedra y poder así escapar de sus respectivos infiernos. Con ese planteamiento arranca la película, una historia diseñada para tocar la fibra sensible del espectador y tratar de sensibilizarlo, valga la redundancia, sobre los problemas que como una plaga azotan a África. Sin embargo,

Diamante de Sangre es uno de tantos films que se valen de un teórico deseo de concienciación y denuncia como mera excusa para ofrecer un sinfín de tiroteos y escenas de acción, a cual más espectacular. Edward Zwick, cuya habilidad en la silla de director nos pasa desapercibida, pasa de puntillas por los asuntos más espinosos, sin mojarse y sin ofrecer nada nuevo que justifique el pago de la entrada. El guión de Charles Leavitt hace aguas por los cuatro costados, ya que está repleto de situaciones que rayan en lo absurdo. Lo que no podía faltar es el típico y riguroso conflicto humano-lacrimógeno, representado en esta ocasión por el personaje de Djimon Hounsou y su hijo, cuyo clímax es una de las escenas más ridículas del film. Los personajes son planos, y aunque tienen una cierta evolución a lo largo de la trama, ésta es muy evidente y previsible. Respecto a sus protagonistas, poco se puede esperar de Leonardo DiCaprio, cuya interpretación a pesar de no dejar de ser correcta, resulta algo vacía y distante. Djimon Hounsou realiza un buen trabajo, pero sin alardes, mientras que Jennifer Connelly, además de no despeinarse pase lo que pase, no sabe ni sostener de forma convincente la cámara de fotos.

Diamante de Sangre es una de esas películas que se valen de una historia que realmente merece ser contada para transformarla en una escena de acción detrás de otra. Es una lástima que con los medios disponibles se prefiera hacer la cinta al más puro estilo de Hollywood dejando a un lado la intención de profundizar en un conflicto olvidado.
Lo mejor: Que pueda dar pie a otras películas que profundicen realmente en los conflictos con diamantes ensangrentados de por medio.
Lo peor: Usar un conflicto como mera excusa para vender una nueva cinta de acción.
publicado por Francisco Bellón el 8 febrero, 2007

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