Diamante de sangre
Combinando la aventura con el documental y la denuncia social, y por supuesto con fines lucrativos, llega a nuestras pantallas Diamante de sangre, dirigida por Edward Zwick (Traffic, El último Samurai) y protagonizada por un Leonardo DiCaprio en constante búsqueda de si mismo, Djimon Hounsou (Éragon, La Isla) y la siempre dulce y correcta en sus interpretaciones Jennifer Conelly (Semillas de rencor, Una mente maravillosa).Diamante de sangre es por encima de todo un drama que está ubicada en la cruenta y brutal ¿acaso alguna no lo es? guerra civil que asoló Sierra Leona en los noventa. Ambientada por una buena fotografía, que recoge parajes sin pares y dominada por un ritmo trepidante, no estamos ante la clásica película que bien podría haberse quedado en un documental y poco más. Y es que Diamante de sangre está rodada con una enorme visión comercial, y no sólo por su terceto protagonista principal, sino también por el tempo dinámico, los diálogos un tanto “amoldados” a nuestra temática, teniendo en cuenta que todos, excepto Jennifer Conelly hacen de africanos. El tráfico y contrabando de diamantes ha sido un género que ha dado bastantes títulos al cine, y éste es sólo uno más.
No es una gran película, pero tampoco es un horror de los que últimamente hemos venido soportando. Quizás un poco larga, casi dos horas y media, pero que se hacen bastante llevaderas. Lo malo y lo bueno de esta película es que te hace reflexionar acerca de la condición del ser humano, del valor de una vida en el continente abandonado y de hasta dónde es capaz de llegar el hombre por lo dinero. Y digo lo bueno porque algo que te incita a reflexionar es virtuoso; lo malo es la conclusión a la que llegas.
Lo mejor: Aunque sea a costa de hacerse de oro, nos recuerda la tragedia que soportan muchos pueblos.
Lo peor: Que seguramente nada revertirá en aquellos que realmente vivieron aquel horror.