Inland empire
Antecedentes: ‘El hombre elefante’, ‘Blue Velvet’, ‘Twin Peaks’ y ‘Corazón Salvaje’ me encantaron, ‘Mulholland Drive’ me indignó. Un par de años más tarde, me reconcilié con su cine gracias a una sobredosis: ‘Eraserhead’ y ‘Lost Highway’ de una tacada. David Lynch me cae simpático, pero no comparto su relación con el espectador. Entro en la proyección de ‘Inland Empire’ dispuesto, una vez más, a ser retado y vencido.Lo que creía que iba a contar:
Nikki Grace es una actriz en decadencia que consigue un importante papel en una película junto a Devon, un joven actor con fama de mujeriego. Justo al comenzar los ensayos, descubren que se han embarcado en el remake de una película maldita, sobre todo para sus protagonistas. Nikki inicia una búsqueda de su propia identidad a través de un amenazador laberinto onírico.
Lo que al final me contó:
Cineastas esquizofrénicos, sitcoms de conejos, teatro de putas y una Internet circense y llena de polacos se disputan el favor de la audiencia del siglo XXl. Ajeno a la lucha, Lynch se descojona de todos nosotros en su “imperio interior” que da nombre a la película. O cuenta eso, o nada, que para el caso es lo mismo.
David Lynch demuestra, una vez más, ser el cineasta “mainstream” que más y mejor desafía la inteligencia (y la paciencia) del espectador. Tres horas de contínuo caos, una espiral de clímax que se van sucediendo, uno tras otro, desde aproximadamente el minuto 20 de película. Hasta ese momento, Lynch desarrolla la ¿narración? que tan sólo sirve para dar una sinopsis y algo de tranquilidad a los inversores de turno. Después, y apoyado en su nuevo juguete, el vídeo digital, el de Missoula vuelve a sus temas, sus obsesiones, una y otra vez, esforzándose más que nunca en aniquilar toda narrativa posible. Exenta de la necesidad de “contar algo”, ‘Inland Empire’ es capaz de fascinar con la fuerza de una soberbia Laura Dern, con la cercanía que el video le otorga a esta nueva pesadilla, con la arrolladora potencia del magistral uso del sonido y la música. Es Lynch en su estado más libre y menos cinematográfico desde, quizás, ‘Eraserhead’.
Y por ahí, precisamente, es por donde el espectador puede encontrar su particular salida al terror atmosférico de ‘Inland Empire’: Lynch, en el fondo, no quiere contar nada, tan sólo evocar sensaciones, estados de ánimo. Tenerte en el filo del asiento. Quizá nunca ha querido contar gran cosa (a no ser que le paguen por ello). Eso sí, es muy consciente de su dimensión casi mítica, y es capaz de reirse de sí mismo, de su filmografía al completo y del espectador, críticos incluídos. Si sobrevives a su hermetismo casi insufrible, ‘Inland Empire’ es muy entretenida, y hasta divertida.
En resumen, Lynch exige de toda tu atención, tu inteligencia y tu paciencia para… pasar un mal rato. Después, las luces se encienden, y te encuentras al lado de alguien que te resulta familiar, y te preguntas a ti mismo sobre lo que has vivido (en silencio, que nadie se entere de que no has entendido nada), y como lo que has vivido no se puede medir en números, ni en estrellas, ni en nada parecido, decides callarte y no decir nada hasta que llegues a casa y busques en la red las interpretaciones de otros a lo que tú mismo has vivido. Al menos, no estás solo en tu desconcierto. Una vez más, entre la tomadura de pelo y la sensación de ver algo único.
Odio al Lynch cineasta porque se empeña demasiado en no contarme nada e irritarme. Admiro al Lynch artista porque es capaz de tenerme tres horas reaccionando frente a su obra, a escalofríos o a carcajada limpia. Un 2 para la película, un 8 para la obra. No sé si me explico: vé a verla y opina.