El buen alemán
Steven Soderbergh ha vuelto con El buen alemán, un fallido homenaje a Casablanca. A estas alturas de la película hacer algo diferente en el cine es prácticamente imposible. Casablanca ya fue rodada, hace más de 60 años, y sólo hay una, como sólo hay un Borgart o una Ingrid Bergman. Intentar comparar al carismático George Clooney con el caradura de Bogart puede tener un pase. Pero lo que resulta imperdonable es intentar hacernos creer que Cate Blanchett (la dama de hielo) puede tener un ápice de la clase, belleza y talento de la Bergman. Cierto es que a Blanche le viene como anillo al dedo el personaje de fría alemana. Porque es precisamente esa frialdad en la actuación lo que le caracteriza (lo ha demostrado en otras películas como Babel o El seños de los anillos). Pero su inexpresivo rostro no transmite sensaciones ni sentimientos, y eso, no viene bien para según qué papeles. Pese a todo y a los planos colocados estratégicamente para que el espectador espere oír de un momento a otro el piano de Sam, la película no es mala y puede llegar a considerarse incluso innovadora, por haberse rodado a la antigua usanza. Paradójico, ¿verdad?El buen alemán no es más que una historia de guerra, en la que cuatro vértices de un mismo cuadrado pelean por salir adelante. Tres hombres enamorados de una misma mujer, que los maneja a todos a su antojo. Tobey Maguire se desenfunda las mallas del hombre araña para convertirse en un soldado americano que se cree superior a todos y no es más que un pardillo. Blanche es una judía alemana de un oscuro pasado que debe recurrir a la prostitución durante la guerra para poder salir adelante tras la desaparición de su marido, un cráneo privilegiado para los números al que ambos bandos quieren en su poder. Y, por último, George Clooney, un periodista americano que ya compartió cama con la chica de la película antes de la guerra y que vuelve a un Berlín bombardeado para dar a conocer al mundo la firma de la paz que supondrá el final de la segunda guerra mundial.
Una trama de intrigas y pasiones sin demasiado misterio y bastante previsible que, pese a todo, resulta entretenida. El mejor es, sin duda, Clooney, al que el blanco y negro le sienta bastante bien y le hace olvidarse de su manido papel de maduro interesante que le sirvió para lanzarse al estrellato. Pero sobre todas las actuaciones posibles destaca Berlín. Una ciudad venida abajo de la que todos quieren escapar. La ambientación es perfecta y la forma de rodarlo para darle más realismo a la historia requiere un aplauso. El recurso de intercalar imágenes sacadas de la técnica documental dotan a esta historia de víctimas de la guerra de un mayor dramatismo, aunque sin llegar a ser lacrimógena. Quizá ese sea el error más imperdonable, el que no exista la identificación con ninguno de los personajes, ya que todos parecen demasiado lejanos en el tiempo y en el espacio.