Diamante de sangre
El cine plantea siempre una trampa: un breve espacio en el que el director nos hace participar de una fábula cuya última destino es distraernos, pero que consiente también en procurarnos un rato de reflexión. Hasta el bodrio más ejemplar se adereza con algún discurso encomiable. El problema, ya lo hemos escrito muchas veces, no son los temas. Todos son filmables. Todo argumento merece la pena ser llevado a la pantalla. El problema es la forma, el propósito, la escritura.Diamantes de sangre entretiene muchísimo: no hay casi paradas en estas dos horas de retrato áspero de la explotación blanca de la rica tierra africana. Donde el fuelle pierde fuste es en la emoción porque hay ratos en los que uno se siente espectador de una película de Indiana Jones, aunque sepamos que el asunto es serio y que debajo de la traca pirotécnica de las armas y de las persecuciones, hay un drama enorme en el que todos estamos implicados como la película deja ver a la perfección.
Edward Zwick retrata la violencia con oficio. Incluso hay escenas de una crueldad asombrosa para ser un producto hecho en Hollywood y programado para garantizar unas ventas y una distribución notable. Zwick se arriesga, pero termina por saturarnos de aventuras bélicas en África. A pesar de lo delicado del tema, sale airoso porque el argumento, en su simplicidad, no hurga lo que debiera en el aspecto vampírico que la sociedad industrial y capitalista ejerce sobre este rincón del mundo atrasado y bárbaro, expoliado y desmembrado, esperando siempre la redención por la vía de la fuga de quienes la masacran.
Leonardo di Caprio, Dijmon Hounsou y Jennifer Connelly son los tres actores perfectos. No hay ninguna pega. Están sobresalientes. Completan lo que el guión no alcanza. Soberbio Di Caprio en el último tramo del film.
Diamante de sangre es una película aceptablemente vistosa. Es como un best-seller hecho cine. El cine del que estamos hablando es una hibridacióm impostada de crítica social y de sacaperras sin ambages. Todo lo que gana por sus hechuras de ong lo pierde por sus dulzuras comerciales, que las tiene.
No sé si quedarme con la plasticidad de la cosa bélica ( excelentemente filmada ) o con la mediocridad de la tesitura social, que da en la diana ( no es difícil ante la aberración de lo contado ) pero que no ahonda. No hay trascendencia. Todo se queda en un decepcionante tono light.
Lo mejor: Las escenas de acción.
Lo peor: Las explicaciones sobre las causas de la barbarie. A menudo pecan de simplistas, de trilladas, de excesivamente primarias.