Algo parecido a la felicidad
¿Alguna vez has amado a alguien en el momento equivocado? ¿Alguna vez has abandonado tus sueños por perder la esperanza? ¿Alguna vez has sacrificado tus deseos por ayudar a alguien sin futuro? ¿Alguna vez has sacrificado tus sentimientos, por la felicidad de la persona amada? ¿Llegarás tarde a tu cita con la felicidad? Los personajes de la ópera prima de Bohdan Sláma sí.
“Algo parecido a la felicidad” es una sorpresa extrañamente agradable, un remanso salvaje donde sus personajes destilan honestidad y fidelidad a uno mismo y a los seres queridos a raudales, donde la tragedia perfila un dibujo cuyos colores son el amor y la voluntad. Es cine sin artificios, sin relleno y sin mentira, una buena historia de gente sin historia, pero con corazón, con un corazón palpitante y conmovedor y con la inteligencia suficiente para reconocer donde está la verdadera felicidad. No sorprende por su fotografía, su banda sonora o su dirección, su punto fuerte es claramente su adusto guión, no necesita más y no quiere más.
La historia transcurre en una ciudad indeterminada de la República Checa, en un barrio industrial y pobre, en un tiempo cercano a la realidad y cuenta un breve periodo de la vida de varios jóvenes con escasos recursos, a través de las relaciones entre ellos, sus familias y sus amantes y amigos.
La trama principal se apoya en los personajes de Tonik y Monika, interpretados por Pavel Liska yTatiana Vilhelmová. Es una historia de amor como única salida de una vida fuera de control, como única esperanza y último destino. Habla de agarrar las oportunidades en el momento adecuado, habla de ese tren que sólo pasa una vez, ese tren que hay que coger si o sí, porque la felicidad es algo alcanzable si se toman las decisiones adecuadas. Habla de la felicidad y sobre todo, de algo muy parecido. Es consistente en forma y contenido, es convincente, está bien contada, con sutileza e inteligencia, y sobre todo queda exquisitamente cerrada. Supera con creces el reto de cualquier director o guionista de cerrar la historia de forma brillante. La película necesita un gran final y lo tiene.
Pero esta notable historia está rodeada de varias sub-tramas con unos personajes secundarios creados con buen juicio y con mucho estilo. Valga como ejemplo el padre de Mónika y amigo de Tonik, interpretado por Martin Huba, que en una de sus diarias borracheras le espeta con la más absoluta sinceridad aquello de “Blando…cuando eres blando, se acabó”. O los dos niños, hijos de Dasha, a los que su madre abandona antes de ser ingresada en un psiquiátrico y que Monika decide “adoptar” sacrificando un esperadísimo “viaje”. También digno de mención, el personaje de la madre de Monika, encarnada por Anna Kozisová, empeñada en convencerla de que piense en sí misma.
Ofrece un retrato sincero de sentimientos universales como los que nos provoca la familia, la amistad y sobre todo el amor, que es el hilo central de este hermoso viaje hacia ninguna parte.
Lúcida y apasionada historia en la que todos nos reflejamos en mayor o menor medida. De una sutileza tan elegante como inteligente que hace de ella una bellísima y desconocida película, que merece la revisión de cualquier aficionado al buen cine y una prueba fehaciente de que en el cine Checo hay algo más que ese genio llamado Jan Svankmajer.