Los sobornados
Obra maestra de género negro, rodada en estudio y producida por Columbia Pictures en 1953. Fue estrenada el 14 de Octubre de ese mismo año y premiada con el Edgar al mejor guión. Se basa en un serial del Saturday Evening Post, revista estadounidense famosa por las ilustraciones de Norman Rockwell. W.P. Mcgivern, la escribió mientras se convertía en un prolífico escritor y guionista, cuyas novelas fueron llevadas al celuloide por gente como Lang, en este caso, o Roy Rowland con la historia de “Prisionero de su traición” (“Rogue Cop”, 1954).
Narrativamente, es una historia de venganzas, rebeldías y justicia, sobre la moral, el poder y la libertad. Está ambientada en su presente, en una ciudad imaginaria llamada Kenport, localizada en E.E.U.U. El sargento Dave Bannion, magistralmente interpretado porGlenn Ford, emprende una cruzada contra la mafia de la ciudad, que la ha convertido en un lugar corrupto e inhóspito. La prohibición de sus superiores de investigar el suicidio de un compañero, desencadena toda la trama. Me llama especialmente la atención, lo bien que se adapta la temática negra, de los años 40 y 50, a los tiempos que vivimos.
Es una película de género negro puro, aunque sin tramas escondidas, ni dobles lecturas. Su sencillez se convierte en su mayor aliada y rompe en cierto modo con la narrativa propia de su género.
En cuanto a la estética y la fotografía toma como influencia el expresionismo alemán, modelo del cine negro y del propio director en su etapa alemana, en grandes clásicos como “Metropolis” (1927) o“El Doctor Mabuse” (Dr.Mabuse, der Spieler, 1922). Con un extraordinario uso de la luz, nos muestra esos claroscuros y fuertes contrastes tan abruptos que se entrelazan a la perfección con una historia de sobornos, crímenes y ambigüedad moral. Pero la magia lograda por Charles Lang, en este sentido se asienta sobre una fotografía más amable y menos recargada que en otros clásicos del cine negro como “Sed de Mal” (Touch of Evil, 1958) o“Perdición”, (Double idemnity, 1944) otorgándole al film un tinte más suave, amable y comercial, que lejos de perder potencia narrativa, alcanza una belleza extraordinaria. Con esta cinta Lang se acerca al mainstream de la época dorada en Hollywood, con una composición global más afable estéticamente, que su etapa europea y sus primeros años en América, donde triunfó con cintas más oscuras como “Perversidad” (Scarlet Street, 1945) o “Gardenia Azul” (The Blue Gardenia, 1953).
Lang tenía la capacidad que han tenido los genios del cine, de dominar las relaciones humanas en la pantalla. El guión es excelente, pero la dirección lo convierte en magnífico al crear poéticas empatías entre sus personajes, hecho patente en encomiables escenas como las que comparten Glenn Ford y Jocelyn Brando en la cena con el bistec. Representa a la perfección las ideas de su tiempo, con este matrimonio “perfecto”, que no existe, aunque debería existir y aprovechando tal circunstancia, rompe el guión, con un punto de inflexión exuberante y salvaje, desde el punto de vista narrativo. Tan sencillo como potente y convincente. Extrapolando estas ideas maravillosamente sencillas, me viene a la mente una película de menor calidad, pero con la misma capacidad para esa sensibilidad tan interesante, como es “Gladiator” (2000).
Es una historia de personajes, de buenos personajes, así que como no podía ser de otra forma, Fritz Lang encontró grandes actores para esos grandes personajes.
Glenn Ford, en la interpretación del Sargento Dave Bannion está espectacular, consigue en la primera parte de la cinta transmitir una serie de matices muy agradables encaminados a la presentación de su personaje y a lo que será la base de la trama: su matrimonio con Katie, interpretada por Jocelyn Brando, hermana del inconmensurable Marlon Brando y la relación que tienen con su hija. A parte de dar cabida a un policía genérico, pero con mucho estilo, que no fallará en su empeño por demostrar la verdad. En la seguda parte, cuando la película se convierte en una historia donde prima la violencia, su personaje encuentra esa profundidad necesaria y crece en calidad y en matices. Quizá no sea tan bueno como su protagonista en “Gilda” (1946), pero es excelente, muy distintos, pero de una dificultad parecida. Dibuja a la perfección un personaje muy bien escrito que se descubre como un hombre de honor y avezado sabueso, para el que la justicia, el honor, la dignidad y el amor, lo son todo. La pureza del hombre justo frente a una sociedad podrida hasta las entrañas.
Gloria Grahame está magnífica como “femme fatal”, perfecta en ese tipo de personajes y con una serie de matices y controversias morales muy interesantes. Su amplitud de registros le permite viajar dramáticamente, con la perfección estilística de una bailarina de ballet, desde un personaje zafio e infantil, hasta lugares propios del mejor melodrama, con absoluta destreza. Empecé a admirar fervientemente a esta actriz tras ver la película en cuestión y no creo que quede rezagada como diva del cine negro aún comparándola con estrellas de la talla de Rita Hayworth o Lauren Bacall.
Lee Marvin realiza uno de mis personajes favoritos a lo largo de sus numerosas películas, en un papel de segundo del jefe de la mafia, interpretado por Alexander Scourby. Es un personaje de los que dejan huella, un gran villano. Se trata de su quinta película y su primer gran papel, que le ofrece la oportunidad de eclosionar como actor y de convertirse en uno de esos intérpretes memorables que particularmente me maravillarán siempre. Es un auténtico lujo, verlo tan joven actuando tan sobria y concienzudamente, aún en un personaje que se mueve por terrenos pantanosos. La escuela del Western, hizo de Marvin un espléndido actor.
Jocelyn Brando, realiza un papel encomiable que sigue la estela de la actuación de Grahame a la perfección. En un papel por completo antitético de la “femme fatale”, inunda la pantalla con un personaje tan grato como vital para la historia, a base de dulzura, educación, cariño y templanza, todo ello desde el marco de una perfecta evocación interpretativa.
Si la fotografía es un adalid expresionista llevado con destreza a los parámetros del cine comercial de la época, los escenarios no hacen más que reafirmar las ideas del género. El clásico bar, donde la orquesta toca jazz hasta la madrugada, una mansión que bien podría haber sido la del general millonario en “El sueño eterno” (The big sleep, 1946), y una terraza oscura y tétrica que sirve de ventana hacia el futuro, con una evocadora y entrañable ciudad nocturna de cartón piedra de fondo, son algunas de sus negras y cuidadas localizaciones.
Otro punto interesante es el vestuario, que encumbra a los dos protagonistas con acertada poética visual. Glenn Ford se enluta en esa mítica gabardina gris de detective para enfrentarse al mundo y Gloria Grahame hace de la maldad y la bondad, auténtica genialidad, con sus vestidos de noche y sus pendientes de lujo, cómo si de una bellísima y anti-ética sirena se tratase.
La música de Daniele Amfitheatrof, aporta siempre el dramatismo necesario que apoya a cada escena. Su concepción compleja nos va dibujando sensaciones de todo tipo en función de las situaciones. Utiliza orquestas recargadas, que con brillante potencia crean perfectas intrigas con acordes siniestros y oscuros. Mezcla el jazz cabaretero, como es de ley en el género, con acordeones con aires tangueros o música que se acerca a lo infantil, en una creación heterogénea y majestuosa.
Supongo que en el cine actual, se consideraría exótico plantear historias que tratan de la lucha contra el poder, de forma políticamente desinteresada, siendo una idea tan bohemia, utópica e inocente. Pero por eso mismo, retorno una y otra vez a los clásicos, porque siempre destilan esa sensación de autenticidad, que ahora es simplemente algo trasnochado y olvidado.
Una obra maestra sobre la violencia de una sociedad corrupta. Imprescindible.