La maldición de rookford
En los últimos meses han llegado a nuestras carteleras un par de propuestas fantásticas con varios puntos en común: ambientaciones góticas, fantasmas, niños asustados, caserones, sustos y un regustillo clásico bastante de agradecer. Si todavía puede disfrutarse del retorno de la Hammer, con la Mujer de Negro, ahora llega a nuestras carteleras La maldición de Rookford.
El debut de Nick Murphy es uno de esos films de terror que se preocupan antes por la atmósfera que por el sobresalto, sin descuidar este último claro esta (los cambios bruscos de volumen nunca desaparecerán de las cintas de horror, y un servidor, que se los sabe al dedillo, tampoco se indigna como ese pseudo-intelectuales, que desvirtúan el género a la mínima oportunidad).
El debutante Murphy saca el máximo provecho a cada una de las estancias del viejo colegio, realizando una labor de delicioso y elegante clasicismo, alejado de estridencias y moderneces varias. La puesta en escena del británico es, con diferencia, lo mejor de La Maldición de Rookford. Alternando amplios y cuidados planos generales con primerísimos primeros planos, Murphy no permite que decaiga el interés en ningún momento, y ofrece más de una secuencia notable, como la inicial sesión de espiritismo o el episodio de la caja de muñecas, permitiéndose incluso homenajes, nada velados, a cintas clave del género, como Los Otros o Al final de la escalera.
Detrás de una historia interesante (para nada original) encontramos un reparto competente, acertado y entonado, desde la excelente Rebecca Hall, pasando por el rudo Dominic West, hasta la veterana Imelda Staunton. Los tres componen un terceto protagonista excelente, y se agradece el hecho de darles profundidad a los tres, mediante cargas emocionales y demonios del pasado.
Un film clásico de fantasmas. De los de toda la vida, y quién quiera ver algo negativo en esta afirmación, no sabe de la misa la media.