Tenemos que hablar de kevin
La directora escocesa consigue crear una película tan perturbadora como confusa. Lynne Ramsay también se encarga de adaptar la novela homónima de Lionel Shriver, y lo hace mezclando el cine, a veces insoportable, de Aronofsky y el cine silencioso de Gus Van Sant. Una excelente Tilda Swinton, cuya interpretación lo dice todo, crea un personaje tan atormentado por ese hijo del diablo que en su alma no hay sitio para el perdón. El tal Kevin es el mal personificado, maleducado, desobediente y con una mirada propia de un psicópata, vamos el hijo que nunca desearíamos tener.
En este retrato familiar sobra la figura del padre, un siempre inoportuno John C. Reilly que no se entera de nada y cree que la madre está loca. Por lo demás, la narración es confusa y bastante previsible y el film se siente tan asustado como la propia protagonista. Pero aún así, ‘Tenemos que hablar de Kevin’ es una de las películas más inquietantes y perturbadoras que he visto últimamente, que posee imágenes tan poderosas como hermosas.
La farragosa historia consigue atrapar de manera notable, aunque a veces el espectador se siente perdido en un mar de dudas que el tiempo es incapaz de aclarar, para eso hay que volverla a ver.